Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Hisvin, quien hasta entonces no había pronunciado palabra, aunque sus ojillos <strong>de</strong> iris<br />
negros estaban alerta. Pero todos los <strong>de</strong>más, realzando sus palabras con movimientos <strong>de</strong><br />
los brazos que hacían on<strong>de</strong>ar las anchas mangas <strong>de</strong> sus togas, no hacían más que<br />
hablar, hablar, y hablar..., ¡y las ratas eran su tema exclusivo!<br />
El flaco Señor Supremo, que no parecía alto cuando estaba sentado, puesto que su<br />
altura se <strong>de</strong>bía a la longitud <strong>de</strong> sus piernas, hacía rato que había puesto las manos<br />
<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa para ocultar su temblor, que les daba el aspecto <strong>de</strong> un nido <strong>de</strong><br />
serpientes blancas, pero quizá por ese motivo se le había <strong>de</strong>clarado un violento tic facial<br />
que sacudía su guirnalda <strong>de</strong> narcisos, haciendo que le cayera sobre los ojos a cada<br />
<strong>de</strong>cimotercera exhalación... Había llevado la cuenta y ese número le parecía<br />
<strong>de</strong>cididamente ominoso.<br />
Por otro lado, había almorzado poco y a toda prisa, no había contemplado la sesión <strong>de</strong><br />
azotes a una sirvienta o un paje, ni siquiera un reparto <strong>de</strong> bofetadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>sayuno, y sus largos nervios, <strong>de</strong> textura más fina que los <strong>de</strong> los hombres corrientes,<br />
<strong>de</strong>bido a su superioridad aristocrática y la notable longitud <strong>de</strong> sus miembros, se hallaban<br />
en un estado lamentable. Recordó que el día anterior había enviado una remilgada<br />
sirvienta a Samanda para que la castigara y aún no había recibido ningún informe <strong>de</strong> su<br />
oronda señora <strong>de</strong>l palacio. Glipkerio conocía bien el tormento <strong>de</strong>l castigo diferido, pero en<br />
este caso parecía haberse convertido en un tormento <strong>de</strong> placer diferido... para él mismo.<br />
¡Aquella mujerona <strong>de</strong>bería tener más imaginación! ¿Por qué la mera contemplación <strong>de</strong> los<br />
azotes le serenaba? Era un hombre realmente maltratado por el <strong>de</strong>stino.<br />
Ahora un idiota vestido con toga negra enumeraba nueve argumentos para solicitar que<br />
todo el cuerpo sacerdotal <strong>de</strong>l dios rata <strong>de</strong> Ilthmar se trasladara a <strong>Lankhmar</strong> y ofreciera las<br />
plegarias a<strong>de</strong>cuadas. Glipkerio se había vuelto tan nervioso e impaciente que incluso le<br />
exasperaban los prolijos cumplidos que cada miembro <strong>de</strong>l consejo le dirigía antes <strong>de</strong><br />
iniciar su exposición, y cada vez que uno <strong>de</strong> ellos hacía una breve pausa para respirar o<br />
para que sus palabras causaran más efecto, se apresuraba a <strong>de</strong>cir «sí» o «no» al azar,<br />
confiando en que <strong>de</strong> esta manera aceleraría el final <strong>de</strong> la reunión; pero lo cierto era que<br />
parecía causar el efecto contrario. Olegnya Matamingoles aún tenía que hablar y era el<br />
orador más tedioso, lento y pagado <strong>de</strong> sí mismo <strong>de</strong> todos ellos.<br />
Un paje se aproximó y se arrodilló a su lado, tendiéndole en actitud respetuosa un<br />
sucio pergamino con dos dobleces y sellado con sebo <strong>de</strong> vela. El jerarca se lo arrebató,<br />
echó un vistazo a la gran huella <strong>de</strong> <strong>de</strong>do pulgar, inequívocamente <strong>de</strong> Samanda, impresa<br />
en la sucia grasa, lo abrió y leyó la escritura negra:<br />
La muchacha será azotada con alambre al rojo blanco cuando <strong>de</strong>n las tres. No te<br />
retrases, mi pequeño Señor Supremo, porque no te esperaré.<br />
Glipkerio se levantó <strong>de</strong> un salto, pues hacía largo rato que había oído sonar las<br />
campanadas que daban las dos.<br />
Volvió a doblar la nota y agitó ante los miembros <strong>de</strong> su consejo —o quizá se <strong>de</strong>bía al<br />
temblor <strong>de</strong> su mano— y mirándoles con expresión <strong>de</strong>safiante les dijo:<br />
—¡Noticias importantes <strong>de</strong> mi arma secreta! Tengo que reunirme <strong>de</strong> inmediato con su<br />
remitente.<br />
Y sin esperar sus reacciones, pero con un último tic tan violento que lanzó la dia<strong>de</strong>ma<br />
<strong>de</strong> narcisos hacia a<strong>de</strong>lante, hasta que quedó apoyada en su nariz, el Señor Supremo <strong>de</strong><br />
<strong>Lankhmar</strong> salió corriendo <strong>de</strong> la Cámara <strong>de</strong>l Consejo a través <strong>de</strong> una arcada <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />
purpúrea con bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> plata.<br />
Hisvin se levantó <strong>de</strong> su silla, hizo una breve reverencia al consejo y salió en pos <strong>de</strong> su<br />
amo con tanta rapi<strong>de</strong>z como si en lugar <strong>de</strong> pies tuviera ruedas bajo la toga. Alcanzó a<br />
Glipkerio en el pasillo, cogió con firmeza su flaco codo, a la altura <strong>de</strong>l casquete negro con