Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
proporción <strong>de</strong> cincuenta a uno a los habitantes <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, pue<strong>de</strong> haber asaltado la<br />
ciudad sin que su aproximación haya estado precedida <strong>de</strong> rumores y noticias durante<br />
meses? ¿Qué flota podría transportar...?<br />
—¡Basta <strong>de</strong> preguntas! —le interrumpió Ningauble en tono agudo—. Tu media hora<br />
está a punto <strong>de</strong> concluir. Si quieres cruzar el Reino Hundido y llegar a tiempo para salvar<br />
la ciudad, <strong>de</strong>bes partir en seguida al galope hacia <strong>Lankhmar</strong>. Así que basta <strong>de</strong> palabras.<br />
Fafhrd insistió un poco más, pero Ningauble mantuvo un silencio obstinado, por lo que<br />
el norteño le dirigió una maldición en voz atronadora, haciendo caer una pequeña<br />
estalactita que no le abrió la cabeza por poco, y se marchó, haciendo caso omiso <strong>de</strong> los<br />
dos rapaces y sus risitas irritantes.<br />
Al salir <strong>de</strong> la caverna, montó la yegua mingola y partió al trote, levantando una nube <strong>de</strong><br />
polvo, por la pendiente amarillenta y seca, hacia el istmo que se extendía al oeste, una<br />
tierra rocosa y salobre, con numerosas charcas <strong>de</strong> agua marina, conocida como el Reino<br />
Hundido. Al sur brillaban las plácidas aguas azules <strong>de</strong>l mar Oriental, al norte las inquietas<br />
aguas grises <strong>de</strong>l mar Interior y las <strong>de</strong>stellantes y achaparradas torres <strong>de</strong> Ilthmar. También<br />
hacia el norte reparó en cuatro pequeñas nubes que parecían <strong>de</strong> polvo, como la que él<br />
mismo levantaba con su montura, que bajaban por el camino <strong>de</strong> Ilthmar, por el que él<br />
había viajado anteriormente. Tal como había supuesto, por fin los cuatro bandidos<br />
vestidos <strong>de</strong> negro iban en su busca, ansiosos <strong>de</strong> vengar a sus tres compañeros muertos<br />
o, por lo menos, malheridos. Fafhrd entrecerró los ojos y acució a la yegua para que<br />
emprendiera un veloz galope.<br />
11<br />
El Ratonero avanzaba contra una fuerte corriente <strong>de</strong> aire, húmeda y fría, por un amplio<br />
pasillo <strong>de</strong> techo bajo, con las pare<strong>de</strong>s apuntaladas, como las <strong>de</strong> una mina, mediante<br />
columnas <strong>de</strong> ladrillos verticales, fragmentos <strong>de</strong> picas y mangos <strong>de</strong> escoba, e iluminado<br />
por escarabajos <strong>de</strong> fuego y gusanos brillantes enjaulados, así como alguna antorcha<br />
chisporroteante sostenida por un paje roedor vestido con jubón y calzones <strong>de</strong> tartán, que<br />
alumbraban el camino a una o varias «personas» <strong>de</strong> alcurnia enmascaradas. Unas ratas<br />
cubiertas <strong>de</strong> joyas, o monstruosamente gordas, viajaban en literas transportadas por dos<br />
o cuatro ratas achaparradas, musculosas, casi <strong>de</strong>snudas. Una rata vieja y coja que<br />
llevaba dos bolsas cuyo contenido se movía un poco, extraía <strong>de</strong> sus jaulas a los<br />
escarabajos <strong>de</strong> fuego fatigados y poco luminosos, sustituyéndolos por otros frescos y<br />
brillantes.<br />
El Ratonero avanzó <strong>de</strong> puntillas, con las rodillas siempre dobladas, el cuerpo<br />
encorvado hacia a<strong>de</strong>lante, el mentón saliente. Esta postura hacía que las piernas le<br />
dolieran <strong>de</strong> un modo abominable, pero confiaba en que así presentaría la silueta y el<br />
modo <strong>de</strong> andar <strong>de</strong> una rata caminando a dos patas. Se cubría la cabeza con una máscara<br />
cilíndrica, que había recortado <strong>de</strong> la parte inferior <strong>de</strong> su manto, provista tan sólo <strong>de</strong><br />
orificios para los ojos y que, tensada por medio <strong>de</strong> un alambre que anteriormente había<br />
tensado la vaina <strong>de</strong> Escalpelo, se extendía varias pulgadas por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su barbilla para<br />
dar la impresión <strong>de</strong> que cubría el largo morro <strong>de</strong> una rata.<br />
Le preocupaba lo que ocurriría si alguien se le acercaba y era lo bastante observador<br />
para reparar en que su máscara, así como el manto, estaban hechos con pequeñas pieles<br />
<strong>de</strong> rata cosidas. Confiaba en que los roedores sufrieran el acoso <strong>de</strong> otras ratas<br />
proporcionalmente más pequeñas, aunque hasta entonces no había visto ningún agujero<br />
minúsculo que pudiera ser el acceso <strong>de</strong> una madriguera; al fin y al cabo, según un<br />
proverbio, los bichos fastidian a otros bichos más pequeños y así sucesivamente. En<br />
cualquier caso, si se viera apurado diría que procedía <strong>de</strong> una lejana ciudad <strong>de</strong> ratas<br />
don<strong>de</strong> ese proverbio respondía a la realidad. A fin <strong>de</strong> mantener a distancia a los curiosos