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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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que rompe contra una suave costa rocosa. Por lo que Fafhrd estaba oyendo, eran<br />

exactamente apropiadas para los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>.<br />

El estruendo metálico empezó a <strong>de</strong>svanecerse ligeramente y se dio cuenta <strong>de</strong> que se<br />

estaba volviendo sordo. No obstante, siguió golpeando las campanas hasta completar tres<br />

veces. Entonces se asomó a la ventana por don<strong>de</strong> había entrado.<br />

Su primera impresión fue que la mitad <strong>de</strong> la muchedumbre humana le miraba<br />

directamente a él. Entonces comprendió que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser el ruido <strong>de</strong> las campanas lo que<br />

había levantado aquellos rostros iluminados por la luna.<br />

Ahora había muchas más personas arrodilladas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo. Otros<br />

lankhmarianos subían por la calle <strong>de</strong> los Dioses, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l este, como si les<br />

empujaran hacia allí.<br />

<strong>Las</strong> ratas erguidas, vestidas con togas negras, seguían formando la misma línea<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él, aureoladas por una sombría autoridad a pesar <strong>de</strong> su tamaño, y ahora<br />

estaban flanqueadas por dos pelotones <strong>de</strong> ratas provistas <strong>de</strong> armadura, cada una <strong>de</strong> ellas<br />

con una pequeña arma que extrañó a Fafhrd y le hizo forzar la vista, hasta que recordó<br />

las minúsculas ballestas que habían usado a bordo <strong>de</strong> la Calamar.<br />

<strong>Las</strong> reverberaciones <strong>de</strong> las campanas se habían extinguido, o habían <strong>de</strong>scendido<br />

<strong>de</strong>masiado para que las oyeran sus oídos ensor<strong>de</strong>cidos, pero entonces empezó a<br />

escuchar, débilmente al principio, murmullos y gritos <strong>de</strong>sesperados <strong>de</strong> horror proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> abajo.<br />

Miró <strong>de</strong> nuevo a lo largo <strong>de</strong> la muchedumbre y vio que las negras ratas trepaban por<br />

algunas <strong>de</strong> las personas arrodilladas, mientras que muchas otras ya tenían roedores<br />

negros agazapados sobre el hombro <strong>de</strong>recho.<br />

Directamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo llegaba el ruido <strong>de</strong> crujidos, gruñidos y ma<strong>de</strong>ra hendida.<br />

Estaban abriendo <strong>de</strong> par en par las antiguas puertas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong><br />

<strong>Lankhmar</strong>.<br />

Los rostros pálidos que habían mirado hacia arriba dirigieron ahora sus ojos hacia el<br />

porche.<br />

<strong>Las</strong> ratas con togas negras y su solda<strong>de</strong>sca se volvieron.<br />

Por la ancha puerta abierta salió, en fila <strong>de</strong> a cuatro, una compañía <strong>de</strong> figuras pardas<br />

terriblemente <strong>de</strong>lgadas, también enfundadas en togas negras. Cada una <strong>de</strong> ellas llevaba<br />

un bastón negro. El color pardo era <strong>de</strong> tres clases: el <strong>de</strong>l lino viejo <strong>de</strong> los vendajes <strong>de</strong><br />

momia, el <strong>de</strong> la piel quebradiza como pergamino, que se extendía tensa sobre los huesos<br />

y el <strong>de</strong> los mismos huesos, con la pátina marrón <strong>de</strong> su antigüedad.<br />

<strong>Las</strong> ratas armadas con ballestas lanzaron una andanada. <strong>Las</strong> pardas y esqueléticas<br />

figuras siguieron avanzando. <strong>Las</strong> ratas con togas negras se mantuvieron en sus puestos,<br />

chillando imperiosamente. <strong>Las</strong> diminutas ballestas lanzaron otra inútil andanada.<br />

Entonces, como otros tantos estoques, los bastones negros se alzaron. Cada rata a la<br />

que tocaban se encogía en el lugar don<strong>de</strong> estaba y no volvía a moverse. Otras ratas que<br />

estaban entre la multitud llegaron corriendo y fueron inmovilizadas <strong>de</strong> manera similar. La<br />

compañía <strong>de</strong> seres pardos avanzó al mismo paso, como el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> la muerte.<br />

Entonces se oyeron gritos y la muchedumbre humana <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo empezó a<br />

disgregarse, corriendo por las calles adyacentes e incluso entrando <strong>de</strong> nuevo en los<br />

templos <strong>de</strong> los que habían huido. Como era pre<strong>de</strong>cible, los habitantes <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong><br />

temían más que sus propios dioses acudieran a rescatarlos que a sus enemigos.<br />

Un tanto horrorizado por lo que había <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nado al tocar las campanas, Fafhrd<br />

<strong>de</strong>scendió <strong>de</strong>l campanario, diciéndose que <strong>de</strong>bía evitar la espectral batalla que tenía lugar<br />

abajo y buscar al Ratonero en el vasto palacio <strong>de</strong> Glipkerio.<br />

En una esquina <strong>de</strong>l templo, la gatita negra reparó en el hombre encaramado allá arriba,<br />

le reconoció como el gigante al que había arañado y estimado, y comprendió que la<br />

fuerza que le retenía allí tenía algo que ver con aquel hombre.

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