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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Glipkerio resolló y meneó un <strong>de</strong>do extendido bajo la nariz <strong>de</strong> Reetha. La muchacha<br />

tuvo que reprimirse para no mor<strong>de</strong>r el objeto suave y perfumado, que le parecía tan largo<br />

y odioso como la oruga blanca <strong>de</strong> una mariposa lunar gigante.<br />

—¡Preséntate a Samanda! —le or<strong>de</strong>nó—. Cuéntale con todo <strong>de</strong>talle tu ofensa. Dile que<br />

me informe <strong>de</strong> antemano sobre la hora <strong>de</strong> castigo a la que te someterá.<br />

A su pesar, Hisvin se permitió una ligera y velada expresión <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio por los<br />

caprichos <strong>de</strong>l Señor Supremo. Con su solemne voz profesional le dijo:<br />

—Para obtener el mejor efecto, recita mi afirmación sobre el influjo <strong>de</strong> las estrellas en<br />

las ratas, como una letanía penitencial.<br />

El Ratonero roncaba apaciblemente echado en un grueso colchón, en un pequeño<br />

dormitorio sobre la tienda <strong>de</strong> Nattick Dedoságiles, el sastre, el cual trabajaba febrilmente<br />

en la planta baja, lavando y remendando las ropas y <strong>de</strong>más efectos <strong>de</strong>l aventurero. Una<br />

jarra <strong>de</strong> vino llena y otra medio vacía reposaban en el suelo al lado <strong>de</strong>l colchón, mientras<br />

que <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la almohada, sujeto en el puño para mayor seguridad, estaba el pequeño<br />

frasco negro que le había dado Sheelba.<br />

La luna estaba alta cuando por fin salió <strong>de</strong> la Gran Marisma Salada y cruzó con pasos<br />

lentos y pesados la Puerta <strong>de</strong> la Marisma, profundamente fatigado. Nattick le había<br />

proporcionado un baño, vino y una cama..., así como la sensación <strong>de</strong> seguridad que le<br />

procuraba hallarse bajo el techo <strong>de</strong> un viejo amigo.<br />

Ahora se sumía en el sopor, y empezaban a <strong>de</strong>sfilar por su mente sueños <strong>de</strong> la gloria<br />

que alcanzaría cuando, ante los ojos <strong>de</strong> Glipkerio, se revelara superior a Hisvin en la difícil<br />

tarea <strong>de</strong> acabar con las ratas. Sus sueños no tuvieron en cuenta que a Hisvin no se le<br />

podía consi<strong>de</strong>rar un azote <strong>de</strong> ratas, sino más bien su aliado..., a menos que el taimado<br />

merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> granos hubiera <strong>de</strong>cidido que ya era hora <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> bando.<br />

Fafhrd estaba tendido en una oquedad en la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> una colina cubierta <strong>de</strong> hierba,<br />

iluminada por la luz <strong>de</strong> la luna y una fogata, y conversaba con un esqueleto recostado, <strong>de</strong><br />

largos miembros, llamado Kreeshkra, pero a quien él ahora llamaba con el cariñoso apodo<br />

<strong>de</strong> Huesitos. La escena era mo<strong>de</strong>radamente extraña, aunque conmovería a los amantes<br />

imaginativos y a los enemigos <strong>de</strong> la discriminación racial en todos los numerosos<br />

universos.<br />

La pareja un tanto peculiar intercambiaba tiernas miradas. El vello rizado y abundante<br />

<strong>de</strong> Fafhrd que resaltaba en su piel pálida, don<strong>de</strong> lo revelaba el jubón entreabierto, hallaba<br />

su encantador contrapunto en los curvos <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> la fogata reflejados en diversos<br />

puntos <strong>de</strong> la piel <strong>de</strong> Kreeshkra, contra el fondo <strong>de</strong> sus huesos marfileños. Como dos<br />

pececillos escarlata unidos por la cabeza y la cola, sus móviles labios se agitaban o<br />

permanecían temblorosos uno al lado <strong>de</strong>l otro, revelando y ocultando alternativamente<br />

sus dientes perlinos. Sus senos, montados sobre la caja torácica, eran como mita<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

peras, con unas tonalida<strong>de</strong>s que oscilaban entre el rosado y el escarlata.<br />

Fafhrd contemplaba pensativo aquellos pintorescos adornos.<br />

—¿Porqué? —preguntó finalmente.<br />

La risa <strong>de</strong> la mujer on<strong>de</strong>ó como el sonido <strong>de</strong> unas campanillas <strong>de</strong> cristal.<br />

—¡Ah, mi querido y estúpido hombre <strong>de</strong> barro! —dijo en un lankhmarés con fuerte<br />

acento—. <strong>Las</strong> mujeres que no son Espectros..., supongo que todas tus mujeres<br />

anteriores, ¡que las <strong>de</strong>spedacen en el infierno y que cada uno <strong>de</strong> los fragmentos conserve<br />

su sensibilidad...!, esas mujeres llaman la atención hacia sus puntos atractivos<br />

ocultándolos con ricas telas o metales preciosos. Nosotras, que tenemos la carne<br />

transparente y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñamos todo atavío, <strong>de</strong>bemos acicalarnos <strong>de</strong> otra manera,<br />

empleando cosméticos.<br />

Fafhrd replicó a esto con una risa perezosa. Ahora su mirada iba y venía entre su<br />

querida compañera <strong>de</strong> blancas costillas y la luna vista a través <strong>de</strong> las leves ramas gris

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