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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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que se tocaba, y, tras echar un vistazo a uno y otro lado para asegurarse <strong>de</strong> que nadie les<br />

oía, alzó el rostro y le dijo en voz baja pero incitante:<br />

—¡Regocíjate, oh, mente po<strong>de</strong>rosa que eres el cerebro mismo <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, pues el<br />

planeta rezagado ha llegado por fin al lugar que le correspon<strong>de</strong>, se ha encontrado con su<br />

flota estelar, y esta noche pronunciaré el hechizo que salvará a tu ciudad <strong>de</strong> las ratas!<br />

—¿Qué dices? —replicó el otro, procurando ante todo liberarse <strong>de</strong> la mano que le asía,<br />

aunque al mismo tiempo subía su guirnalda amarilla, <strong>de</strong>jándola <strong>de</strong> nuevo en lo alto <strong>de</strong> su<br />

estrecho cráneo cubierto <strong>de</strong> bucles dorados—. Ahora tengo mucha prisa.<br />

—Ella esperará sus azotes —le susurró Hisvin sin ocultar su <strong>de</strong>sprecio—. He dicho que<br />

esta noche, cuando <strong>de</strong>n las doce, pronunciaré el hechizo que salvará a <strong>Lankhmar</strong> <strong>de</strong> las<br />

ratas y, al mismo tiempo, salvará tu trono <strong>de</strong> Señor Supremo, el cual sin duda <strong>de</strong>berás<br />

per<strong>de</strong>r antes <strong>de</strong>l alba si no <strong>de</strong>rrotamos a las ratas esta misma noche.<br />

—Pero ésa es precisamente la cuestión, que ella no esperará —adujo Glipkerio, presa<br />

<strong>de</strong> una angustiosa agitación—. ¿A las doce, dices? Pero eso no pue<strong>de</strong> ser. Aún no son<br />

las tres..., ¿no es cierto?<br />

—Oh, el más sabio y paciente, amo <strong>de</strong>l tiempo y <strong>de</strong> las aguas <strong>de</strong>l espacio —gruñó<br />

Hisvin <strong>de</strong> puntillas, adulador. Entonces hundió las uñas en el brazo <strong>de</strong> Glipkerio y dijo con<br />

lentitud, recalcando cada palabra—: He dicho que ésta será la noche. Mis agentes<br />

<strong>de</strong>moníacos me aseguran que las ratas planean permanecer quietas esta tar<strong>de</strong>, hacer<br />

que se relaje la vigilancia <strong>de</strong> la ciudad, y entonces, a medianoche, llevar a cabo un gran<br />

asalto. Para asegurarnos <strong>de</strong> que todas están en las calles y permanecen en ellas<br />

mientras yo recibo mi encantamiento letal <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el minarete más alto <strong>de</strong> este palacio,<br />

<strong>de</strong>bes or<strong>de</strong>nar, con una hora <strong>de</strong> antelación, que todos los soldados se retiren a los<br />

cuarteles meridionales, así como tus guardias. Dile al capitán general Olegnya que<br />

<strong>de</strong>seas que él les dirija una arenga para reforzar su moral..., ese viejo necio será incapaz<br />

<strong>de</strong> resistir ese cebo. ¿Me compren<strong>de</strong>s..., mi... Señor Supremo?<br />

—¡Sí, sí, claro que sí! —balbuceó Glipkerio ansiosamente, haciendo una mueca por el<br />

dolor que le causaba el apretón <strong>de</strong> Hisvin, aunque no estaba enojado, sino que sólo<br />

<strong>de</strong>seaba zafarse—. Esta noche, a las once..., todos los soldados y guardias fuera <strong>de</strong> las<br />

calles... Olegnya les dirigirá una arenga. Y ahora, por favor, Hisvin, tengo que ir en<br />

seguida a...<br />

—...a contemplar cómo azotan a una sirvienta —concluyó Hisvin en tono neutro. Clavó<br />

<strong>de</strong> nuevo sus uñas en el brazo <strong>de</strong> Glipkerio y añadió—: Espérame sin falta a las doce<br />

menos cuarto en tu Cámara Azul <strong>de</strong> Audiencias, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> subiré al minarete azul para<br />

pronunciar mi hechizo. Debes estar allí en persona..., con varios <strong>de</strong> tus pajes para que<br />

transmitan un mensaje <strong>de</strong> tranquilidad a tu pueblo. Procura que les provean <strong>de</strong> varas <strong>de</strong><br />

autoridad. Yo traeré a mi hija y su sirvienta para que te serenen..., y' también a una<br />

compañía <strong>de</strong> mis esclavos mingoles para que refuercen a tus pajes si es necesario. Será<br />

mejor que ellos también dispongan <strong>de</strong> varas <strong>de</strong> autoridad, y a<strong>de</strong>más...<br />

—Sí, sí, mi querido Hisvin —le interrumpió Glipkerio balbuceando con <strong>de</strong>sesperación—<br />

. Te estoy muy agra<strong>de</strong>cido... Frix e Hisvet son inmejorables... A las doce menos cuarto...,<br />

la Cámara Azul..., pajes..., varas..., varas para los mingoles. Y ahora <strong>de</strong>bo apresurarme...<br />

—A<strong>de</strong>más —continuó Hisvin implacablemente, sus <strong>de</strong>dos como una trampa con<br />

púas—. ¡Ten cuidado con el Ratonero Gris! ¡Or<strong>de</strong>na a tus guardias que estén prevenidos!<br />

Y ahora... ve a disfrutar <strong>de</strong> tus pasatiempos flagelatorios —añadió en tono ligero,<br />

separando sus córneas uñas <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> Glipkerio.<br />

El Señor Supremo se frotó el brazo magullado, sin darse apenas cuenta <strong>de</strong> que estaba<br />

libre, y siguió balbuceando:<br />

—Ah, sí, el Ratonero..., ¡mal tipo! Pero los <strong>de</strong>más..., ¡bien, muy bien! ¡Muchísimas<br />

gracias, Hisvin! Y ahora <strong>de</strong>bo darme prisa...<br />

Se volvió y dio un paso increíblemente largo.<br />

—... a ver una sirvienta... —repitió Hisvin sin po<strong>de</strong>r resistirse.

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