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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Él <strong>de</strong>volvió la mano <strong>de</strong> la mujer a su costado, para apoyar la suya más allá <strong>de</strong> ella y<br />

mirarle a las negras cuencas <strong>de</strong> los ojos. Ella exhaló un leve gemido y <strong>de</strong>slizó<br />

suavemente los <strong>de</strong>dos por sus flancos. Él refrenó el impulso que sentía y le preguntó:<br />

—Dime, Huesitos, ¿cómo te las arreglas para ver cuando la luz te atraviesa? ¿Acaso<br />

ves con el interior <strong>de</strong> la parte trasera <strong>de</strong>l cráneo?<br />

—Preguntas, preguntas y más preguntas —replicó ella en tono quejumbroso.<br />

—Sólo pretendo ser un poco menos tonto —le explicó él humil<strong>de</strong>mente.<br />

—Pero si me gusta que seas tonto. —Kreeshkra suspiró. Entonces, alzándose sobre el<br />

codo para quedar frente a la fogata, que aún ardía, pues la dura ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> espino<br />

quemaba lenta e intensamente, le dijo—: Mírame a los ojos. No, sin interponerte entre<br />

ellos y el fuego. ¿No ves un pequeño arco iris en cada uno? Ahí es don<strong>de</strong> se refracta la<br />

luz hacia la parte <strong>de</strong> mi cerebro que se encarga <strong>de</strong> la visión, y se forma una imagen real<br />

muy pequeña.<br />

Fafhrd reconoció que podía ver los diminutos arco iris y añadió con vehemencia:<br />

—Sigue mirando al fuego, pues quiero enseñarte algo. —Formó un cilindro con una<br />

mano, aplicó un extremo al ojo más próximo <strong>de</strong> la mujer y cubrió el otro extremo con los<br />

<strong>de</strong>dos <strong>de</strong> la otra mano—. ¡Ya está! ¿No es cierto que pue<strong>de</strong>s ver el resplandor <strong>de</strong>l fuego<br />

a través <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>dos? Así pues, soy en parte transparente. También mi carne tiene un<br />

elemento cristalino.<br />

—Puedo verlo, es cierto —le aseguró ella con un sonsonete <strong>de</strong> fatiga. Desvió la vista<br />

<strong>de</strong> sus manos, el rostro iluminado por el fuego y el pecho velludo—. Pero me gusta que tú<br />

seas <strong>de</strong> barro. —Puso las manos sobre sus hombros—. ¡Vamos, cariño, sé el barro más<br />

sucio!<br />

Él miró el cráneo que resplan<strong>de</strong>cía a la luz <strong>de</strong> la luna, con sus dientes perlinos, las<br />

negras cuencas <strong>de</strong> los ojos, cada una con un arco lunar <strong>de</strong> leve opalescencia, y recordó<br />

que cierta vez una mujer sabia <strong>de</strong>l norte les había dicho, al Ratonero y a él, que ambos<br />

estaban enamorados <strong>de</strong> la muerte. Ahora, mientras los brazos <strong>de</strong> Kreeshkra le<br />

estrechaban, tuvo que admitir que aquella mujer había acertado, al menos con respecto a<br />

él.<br />

En aquel instante oyeron un ligero silbido, tan agudo que era casi inaudible, pero<br />

atravesaba el oído como una aguja más fina que un cabello. Fafhrd se volvió<br />

bruscamente.<br />

Ambos alzaron la cabeza y vieron que no sólo les observaba la yegua mingola, sino<br />

también un murciélago negro que colgaba con la cabeza hacia abajo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las ramas<br />

grises <strong>de</strong> espino.<br />

Impulsado por una premonición, Fafhrd tendió un <strong>de</strong>do hacia el negro roedor volante, el<br />

cual <strong>de</strong>scendió en seguida y se posó en la carnosa percha que le ofrecían. Fafhrd retiró<br />

un diminuto pergamino negro que llevaba atado a una pata, flexible como una finísima<br />

lámina <strong>de</strong> hierro templado, <strong>de</strong>positó <strong>de</strong> nuevo al murciélago en la rama y, <strong>de</strong>senrollando<br />

el pergamino negro, se lo acercó a los ojos y a la luz <strong>de</strong> la fogata leyó la siguiente misiva<br />

escrita con letras blancas:<br />

El Ratonero corre un peligro terrible, al igual que <strong>Lankhmar</strong>. Consulta a Ningauble <strong>de</strong><br />

los Siete Ojos. La rapi<strong>de</strong>z es esencial. No pierdas el silbato <strong>de</strong> hojalata.<br />

La firma era un pequeño óvalo sin ningún rasgo distintivo, pero Fafhrd sabía que era<br />

uno <strong>de</strong> los sellos <strong>de</strong> Sheelba <strong>de</strong>l Rostro sin Ojos.<br />

Con la blanca mandíbula apoyada en los nudillos, Kreeshkra contempló al norteño, que<br />

estaba ciñéndose la espada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los inescrutables hoyos negros <strong>de</strong> sus ojos.<br />

—Me abandonas —observó en tono neutro.<br />

—Sí, Huesitos, <strong>de</strong>bo cabalgar hacia el sur veloz como el viento —admitió<br />

apresuradamente Fafhrd—. Un amigo <strong>de</strong> toda la vida corre grave peligro.

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