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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Skwee introdujo el acero <strong>de</strong> afilar en su funda, extrajo el tenedor, lo aplicó al pedacito<br />

<strong>de</strong> carne, que para ella era tan gran<strong>de</strong> como un asado, y empezó a cortarlo con gran<br />

<strong>de</strong>streza.<br />

Frix se levantó por fin, recibió una palmadita <strong>de</strong> Hisvet y ro<strong>de</strong>ó la mesa, sonriendo al<br />

Ratonero.<br />

Skwee había cortado una loncha <strong>de</strong> carne fina como un papel y, atravesándola con el<br />

tenedor, la enarboló a uno y otro lado para que todos la vieran, tras lo cual se la acercó al<br />

hocico, la husmeó y la probó.<br />

El Ratonero, que yacía lánguidamente, como si le hubiera fatigado su curiosa<br />

ensoñación, se sintió aprensivo <strong>de</strong> súbito. Se le había ocurrido que era imposible que<br />

Fafhrd hubiera trasegado tanto vino. Al fin y al cabo, no había perdido <strong>de</strong> vista al norteño<br />

en las dos últimas horas. Claro que, a veces, los golpes en la cabeza tienen un efecto<br />

retardado.<br />

De todos modos, su primera reacción fue <strong>de</strong> celos y cólera cuando Frix se <strong>de</strong>tuvo al<br />

lado <strong>de</strong> Fafhrd, se inclinó por encima <strong>de</strong> su hombro y le miró a la cara.<br />

En aquel momento Skwee lanzó un gran chillido <strong>de</strong> indignación y alarma, y la rata<br />

blanca saltó a la cama, todavía sujetando el tenedor, <strong>de</strong>l que colgaba la loncha <strong>de</strong><br />

carnero, y el cuchillo.<br />

Los párpados <strong>de</strong>l Ratonero le pesaban, insistían en cerrarse, pero haciendo un<br />

esfuerzo para mantenerlos abiertos vio que Skwee gesticulaba con sus diminutos<br />

cubiertos, mientras chillaba dramáticamente a Hisvet con ca<strong>de</strong>ncias muy humanas, y por<br />

último se llevó la lámina <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro a la boca con un chillido acusador.<br />

Entonces, débiles pero audibles entre los chillidos <strong>de</strong>l roedor, el Ratonero percibió una<br />

serie <strong>de</strong> pasos sigilosos que cruzaban la cubierta central y convergían en el camarote.<br />

Intentó llamar la atención <strong>de</strong> Hisvet, pero sus labios y su lengua estaban insensibles y no<br />

le obe<strong>de</strong>cían.<br />

De repente Frix agarró a Fafhrd por el pelo y tiró <strong>de</strong> su cabeza arriba y atrás. La<br />

mandíbula <strong>de</strong>l norteño estaba relajada y tenía los ojos abiertos y en blanco.<br />

Se oyeron unos tenues golpes en la puerta, exactamente iguales a los <strong>de</strong> los pinches<br />

<strong>de</strong> cocina cuando trajeron los platos.<br />

Hisvet y Frix intercambiaron una mirada. La última <strong>de</strong>jó caer la cabeza <strong>de</strong> Fafhrd, corrió<br />

a la puerta, la atrancó y fijó la barra con la ca<strong>de</strong>na (la rejilla ya estaba cerrada) en el<br />

momento en que algo (parecía un hombro masculino) golpeaba pesadamente los grueso<br />

ma<strong>de</strong>ros.<br />

Aquellas embestidas continuaron y, unos pocos latidos <strong>de</strong> corazón <strong>de</strong>spués, se<br />

hicieron mucho más estrepitosas, como si golpearan la puerta con un ariete, logrando que<br />

cediera visiblemente a cada golpe.<br />

Por fin el Ratonero se dio cuenta, a su pesar, <strong>de</strong> que estaba sucediendo algo contra lo<br />

que <strong>de</strong>bería tomar alguna medida. Hizo un gran esfuerzo para sacudirse su letargo e<br />

incorporarse.<br />

Descubrió que ni siquiera podía mover un <strong>de</strong>do. De hecho, su esfuerzo apenas bastaba<br />

para evitar que sus ojos se cerraran <strong>de</strong>l todo y vieran, borrosamente, a través <strong>de</strong> las<br />

ranuras cubiertas por las pestañas, cómo Hisvet, Frix y las ratas se entregaban a un<br />

torbellino <strong>de</strong> actividad silenciosa.<br />

Frix empujó su mesa <strong>de</strong> servicio contra la puerta vibrante bajo las embestidas e<br />

inmediatamente empezó a amontonar otros muebles.<br />

Hisvet sacó <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l camastro varias cajas oscuras y largas y empezó a abrirlas.<br />

Con tanta rapi<strong>de</strong>z como las iba abriendo, las ratas blancas se surtían <strong>de</strong> las pequeñas<br />

armas <strong>de</strong> hierro azulado que contenían; espadas, lanzas, incluso ballestas <strong>de</strong> aspecto<br />

maligno, con cananas <strong>de</strong> dardos. Cogieron más armas <strong>de</strong> las que podían usar<br />

eficazmente. Skwee se apresuró a ponerse un yelmo con un penacho <strong>de</strong> plumas negras,

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