04.07.2013 Views

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Pero no era el momento para entregarse a la metafísica o para moralizar. Se puso en<br />

pie y avanzó hacia sus torturadores, que parecían haber encogido, amenazándoles con<br />

Escalpelo.<br />

—¡Tirad vuestras armas! —les or<strong>de</strong>nó.<br />

Glipkerio, Elakeria y Frix no estaban armados. Hisvet soltó en seguida su larga daga,<br />

probablemente recordando que el Ratonero conocía su habilidad en el manejo <strong>de</strong> aquella<br />

arma. Pero Hisvin, ahora lleno <strong>de</strong> rabia y frustración, se aferró a la suya. El Ratonero<br />

dirigió la punta <strong>de</strong> Escalpelo hacia su <strong>de</strong>lgada garganta.<br />

—¡Despi<strong>de</strong> a tus ratas, lord Nuil, o morirás! —le or<strong>de</strong>nó.<br />

—¡No lo haré! —le espetó Hisvin, golpeando inútilmente a Escalpelo con su daga.<br />

Entonces recobró un poco <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z y añadió—: ¡Y aunque <strong>de</strong>seara hacerlo, no podría!<br />

El Ratonero, quien sabía que eso era cierto por su sesión en el Consejo <strong>de</strong> los Trece,<br />

titubeó.<br />

Al verse <strong>de</strong>snuda, Elakeria cogió un cobertor ligero que estaba sobre el diván y se lo<br />

ciñó, pero <strong>de</strong> inmediato volvió a <strong>de</strong>jarlo a un lado para admirar su nuevo y esbelto cuerpo.<br />

Frix seguía sonriendo, excitada pero con cierta compostura, como si todo aquello fuese<br />

una escena teatral y ella el público.<br />

Glipkerio había tratado <strong>de</strong> mantener el equilibrio, abrazando una columna en espiral<br />

entre la cámara alumbrada por velas y el porche iluminado por la luna, pero volvía a ser<br />

presa <strong>de</strong> intensas convulsiones periódicas. En los intervalos, su estrecho rostro reflejaba<br />

consternación y agotamiento nervioso.<br />

—¡Caballero gris! —exclamó Hisvet—. ¡Mata a ese viejo necio que es mi padre! Acaba<br />

con Glipkerio y todos los <strong>de</strong>más, a menos que <strong>de</strong>sees a Frix como concubina. Entonces<br />

gobernarás en todo <strong>Lankhmar</strong> Superior y Subterráneo, con la colaboración que te<br />

prestaré <strong>de</strong> buen grado. Has ganado, querido. Me confieso <strong>de</strong>rrotada. Seré tu más<br />

humil<strong>de</strong> esclava, y mi única esperanza es que algún día también sea tu favorita.<br />

Tan sincera era su voz y tan dulce el tono con que hacía sus promesas que, a pesar <strong>de</strong><br />

la experiencia que tenía <strong>de</strong> sus traiciones y cruelda<strong>de</strong>s, y pese a la frialdad asesina <strong>de</strong><br />

algunas <strong>de</strong> sus palabras, el Ratonero se sintió realmente tentado. Miró a la muchacha —<br />

su expresión era la <strong>de</strong> un jugador que apuesta fuerte— y en aquel instante Hisvin atacó.<br />

El Ratonero <strong>de</strong>svió la daga y retrocedió dos pasos, maldiciéndose por aquel lapsus <strong>de</strong><br />

atención. Hisvin siguió arremetiendo contra él <strong>de</strong>sesperadamente, y sólo <strong>de</strong>sistió cuando<br />

la punta <strong>de</strong>l Escalpelo le pinchó la garganta, hinchada <strong>de</strong> maldiciones.<br />

—¡Mantén tu promesa y muestra tu valor! —gritó Hisvet al Ratonero—. ¡Mátale!<br />

Hisvin empezó a dirigir también a ella sus maldiciones ininteligibles.<br />

El Ratonero nunca supo con certeza qué habría hecho a continuación, pues las<br />

cortinas azules más cercanas se abrieron para <strong>de</strong>jar paso a Skwee y Hreest, ambas <strong>de</strong><br />

tamaño humano, enmascaradas y con los estoques <strong>de</strong>senvainados, ambas con porte<br />

señorial y expresión autoritaria, el blanco y el negro <strong>de</strong> la aristocracia <strong>de</strong> las ratas.<br />

Sin <strong>de</strong>cir palabra, Skwee avanzó un paso y apuntó con su espada al Ratonero. Hreest<br />

le imitó con tal celeridad que parecía un doble perfecto. <strong>Las</strong> dos ratas uniformadas <strong>de</strong><br />

ver<strong>de</strong> y armadas con espadas, que estaban <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellas, se apostaron a los lados. Por<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> estas ratas, las tres armadas con picas, también <strong>de</strong> tamaño humano, como las<br />

restantes, se situaron aún más lejos en el flanco, dos hacia el extremo <strong>de</strong> la habitación y<br />

una hacia el diván dorado, junto al cual ahora Hisvet estaba <strong>de</strong> pie cerca <strong>de</strong> Frix.<br />

Llevándose una mano a la garganta, Hisvin se sobrepuso al asombro y, señalando a su<br />

hija, gruñó imperiosamente:<br />

—¡Mátala también!<br />

La rata aislada armada con una pica reaccionó obedientemente, alzando su arma y<br />

echando a correr. Cuando la gran hoja ondulante pasó cerca <strong>de</strong> ella, Frix se abalanzó y<br />

aferró el asta. La hoja pasó casi rozando a Hisvet, y Frix cayó. De un tirón, la rata se hizo<br />

con su arma y la alzó para ensartar a Frix en el suelo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!