Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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más <strong>de</strong> una ocasión vio unos ojillos rojos y ambarinos, muy juntos, tras la rejilla <strong>de</strong> un<br />
<strong>de</strong>sagüe, en el bordillo.<br />
Pero el Ratonero ya había ingerido suficiente vino y aguardiente para que tales<br />
pequeñeces no le inmutaran, pese al pavor que había experimentado recientemente, y su<br />
memoria retrocedió a la extraña temporada, años atrás, en que Fafhrd, sin blanca y con la<br />
cabeza rapada, fue acólito <strong>de</strong> Bwadres, único sacerdote <strong>de</strong> Issek <strong>de</strong> la Jarra, mientras<br />
que él mismo fue lugarteniente <strong>de</strong>l estafador Pulg, quien <strong>de</strong>splumaba a todos los<br />
sacerdotes y fieles por igual.<br />
Salió <strong>de</strong> la ensoñación en que le habían sumido estos recuerdos cerca <strong>de</strong>l extremo <strong>de</strong><br />
la calle <strong>de</strong> los Dioses que daba al río Hlal, don<strong>de</strong> los templos tienen las puertas <strong>de</strong> oro,<br />
sus torres puntiagudas se elevan al cielo y las túnicas <strong>de</strong> los sacerdotes, recamadas <strong>de</strong><br />
joyas, tienen todos los colores <strong>de</strong>l arco iris. A su alre<strong>de</strong>dor había una multitud <strong>de</strong> personas<br />
ataviadas casi con la misma riqueza, y, entre ellas, percibió <strong>de</strong> súbito, bajo una capucha<br />
<strong>de</strong> terciopelo ver<strong>de</strong> que le cubría la negra cabellera, con su peinado alto sujeto con una<br />
re<strong>de</strong>cilla <strong>de</strong> plata, el rostro <strong>de</strong> Frix que le miraba con una expresión alegre y melancólica a<br />
la vez. Algo <strong>de</strong> color marrón claro, pequeño y <strong>de</strong> forma irregular, se <strong>de</strong>slizó en silencio<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su mano al suelo, que allí era <strong>de</strong> ladrillos <strong>de</strong> cerámica ensamblados con metal.<br />
Entonces dio media vuelta y <strong>de</strong>sapareció. El Ratonero corrió tras ella, recogiendo <strong>de</strong> paso<br />
el trozo <strong>de</strong> pergamino arrugado que la muchacha había <strong>de</strong>jado caer, pero dos aristócratas<br />
con sus cortesanos y un merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> paño <strong>de</strong> oro se interpusieron en su camino, y,<br />
cuando se libró <strong>de</strong> ellos, haciendo un esfuerzo para no ce<strong>de</strong>r a sus impulsos<br />
aguijoneados por el vino y evitar un duelo, no vio por ningún lado la túnica <strong>de</strong> terciopelo<br />
ver<strong>de</strong> con capucha, ni a ninguna mujer con un atuendo que se pareciera ni remotamente<br />
al <strong>de</strong> Frix.<br />
Alisó el arrugado pergamino y, a la luz <strong>de</strong> un farol con pantalla <strong>de</strong> cuerno que colgaba a<br />
baja altura en una esquina, leyó:<br />
Ten la paciencia y el valor <strong>de</strong> un héroe.<br />
Tu mayor <strong>de</strong>seo se satisfará muy por encima<br />
<strong>de</strong> tus más atrevidas esperanzas,<br />
y todos los encantamientos cesarán.<br />
HISVET<br />
El Ratonero alzó la vista y vio que había rebasado el último <strong>de</strong> los altos y<br />
resplan<strong>de</strong>cientes templos <strong>de</strong> los dioses en <strong>Lankhmar</strong> y se hallaba ante el oscuro edificio<br />
cuadrado, con su campanario silencioso, que era el templo <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>,<br />
aquellas antiguas <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> huesos pardos y togas negras, a quienes los<br />
lankhmarianos nunca rendían culto en congregación, pero a los que temían y<br />
reverenciaban en lo más profundo <strong>de</strong> su mente, por encima <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más dioses y<br />
<strong>de</strong>monios <strong>de</strong> Nehwon.<br />
La excitación que había engendrado en él la nota <strong>de</strong> Hisvet se extinguió <strong>de</strong> inmediato<br />
al ver aquel templo, y avanzó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el último farol encendido hasta la calle a oscuras que<br />
se extendía ante el templo envuelto en las sombras. En su mente abotargada por el licor<br />
<strong>de</strong>sfiló sin or<strong>de</strong>n ni concierto todo lo que había oído <strong>de</strong>cir sobre los temibles dioses <strong>de</strong><br />
<strong>Lankhmar</strong>: no les importaban los sacerdotes ni la riqueza, ni siquiera los fieles. Se<br />
contentaba con su <strong>de</strong>startalado templo «siempre que no les molestaran» y, en un mundo<br />
en que prácticamente todos los <strong>de</strong>más dioses, incluidos los dioses en <strong>Lankhmar</strong>, sólo<br />
parecían <strong>de</strong>sear más fieles, más riquezas, más difusión <strong>de</strong> su credo hasta los lugares<br />
más apartados, aquello era muy raro, incluso siniestro. Sólo se manifestaban cuando<br />
<strong>Lankhmar</strong> corría un peligro directo, y ni siquiera lo hacían en todas las ocasiones;<br />
rescataban y luego castigaban..., no a los enemigos <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, sino a sus propios