Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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pálido <strong>de</strong>l espino muerto en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la oquedad, y ese contrapunto le producía una<br />
satisfacción maravillosa. Pensó en lo extraño que era, aunque en realidad no tanto, que<br />
sus sentimientos hacia Kreeshkra hubieran cambiado con tanta rapi<strong>de</strong>z. La noche<br />
anterior, cuando la muchacha volvió en sí a cosa <strong>de</strong> una milla más allá <strong>de</strong> la incendiada<br />
Sarheenmar, Fafhrd estuvo a punto <strong>de</strong> matarla, pero ella se comportó con tanto valor y,<br />
más tar<strong>de</strong>, se reveló como una compañera tan animosa y simpática, poseedora <strong>de</strong> un<br />
agudo ingenio, aunque un tanto seco, como correspondía a un esqueleto, que cuando<br />
apareció el alba rosada y las llamas <strong>de</strong> la ciudad se perdieron <strong>de</strong> vista, le pareció natural<br />
que montara en la grupa, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él, mientras proseguía el viaje hacia el sur. Pensó,<br />
a<strong>de</strong>más, que semejante compañera intimidaría, sin necesidad <strong>de</strong> luchar, a los bandidos<br />
que mero<strong>de</strong>aban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Ilthmar y creían que los Espectros eran un mito. Le había<br />
ofrecido pan y vino; ella rechazó el primero y bebió un poco <strong>de</strong>l segundo. Hacia el<br />
anochecer <strong>de</strong>rribó un antílope <strong>de</strong> un flechazo y se dieron un festín. Ella <strong>de</strong>voró cruda su<br />
ración. Era cierto lo que se <strong>de</strong>cía sobre la digestión <strong>de</strong> aquellos seres espectrales. Al<br />
principio, Fafhrd se sintió molesto porque la mujer no parecía airada por la muerte <strong>de</strong> sus<br />
compañeros, y sospechaba que tal vez su extrema sociabilidad era un truco para cogerle<br />
<strong>de</strong>sprevenido y acabar con él, pero luego llegó a la conclusión <strong>de</strong> que los Espectros no<br />
daban <strong>de</strong>masiada importancia a la vida. No en vano físicamente apenas parecían poco<br />
más que esqueletos.<br />
La yegua gris mingola, atada al espino en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la oquedad, alzó la cabeza y<br />
relinchó.<br />
A unos mil metros o quizá más por encima <strong>de</strong> su cabeza, en la oscuridad azotada por<br />
el viento, un murciélago se lanzó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lomo <strong>de</strong> un albatros negro, que batía<br />
po<strong>de</strong>rosamente las alas, y planeó hacia el suelo como una gran hoja negra animada.<br />
Fafhrd extendió un brazo y <strong>de</strong>slizó los <strong>de</strong>dos por el cabello invisible <strong>de</strong> Kreeshkra, que<br />
le llegaba hasta los hombros.<br />
—Huesitos —le dijo —. ¿Por qué me llamas «hombre <strong>de</strong> barro»?<br />
Ella le respondió pausadamente:<br />
—Todos los seres <strong>de</strong> tu especie nos parecen <strong>de</strong> barro, pues nuestra carne es tan clara<br />
como el agua <strong>de</strong> un torrente que no enturbian las lluvias ni el hombre. Los huesos son<br />
bellos, están hechos para exhibirlos. —Alzó una mano <strong>de</strong> aspecto esquelético pero <strong>de</strong><br />
tacto suave, y jugueteó con el vello pectoral <strong>de</strong> Fafhrd. Entonces prosiguió seriamente,<br />
con la mirada puesta en las estrellas—: Nosotros, los Espectros, sentimos tal <strong>de</strong>sagrado<br />
estético por la carne <strong>de</strong> barro que consi<strong>de</strong>ramos como un <strong>de</strong>ber sagrado <strong>de</strong>vorarla para<br />
que se vuelva cristalina. Pero no la tuya, hombre <strong>de</strong> barro —añadió, haciendo tintinear<br />
una ajorca <strong>de</strong> cobre—. Por lo menos, no esta noche.<br />
Él la cogió suavemente <strong>de</strong> la muñeca.<br />
—Entonces tu amor hacia mí es muy antinatural —observó, como si tuviera el vago<br />
propósito <strong>de</strong> iniciar una discusión—. Por lo menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> los<br />
Espectros.<br />
—Si tú lo dices, mi amo... —replicó ella, con una sardónica nota <strong>de</strong> sumisión ficticia.<br />
—Retiro lo dicho —murmuró Fafhrd—. Yo soy el afortunado, cualquiera que sea tu<br />
motivación. —La gravedad con que acababa <strong>de</strong> pronunciar estas palabras cedió el paso a<br />
un tono más ligero—: Dime, Huesitos, ¿cómo has llegado a dominar el idioma<br />
lankhmarés?<br />
—Ah, qué tonto eres, hombre <strong>de</strong> barro —replicó ella con indulgencia—. ¿No sabías<br />
que ésta es nuestra lengua nativa? —Su voz adquirió una entonación soñadora—. Se<br />
remonta a la época, hace más <strong>de</strong> un milenio, en que el imperio <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> se extendía<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Quarmall a los montes Trollstep y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Extremo <strong>de</strong> la Tierra al mar <strong>de</strong> los<br />
Monstruos, cuando Kvarch Nar se llamaba Hwarshmar y los solitarios Espectros no eran<br />
más que ladrones <strong>de</strong> callejas y cementerios. Teníamos otro idioma, pero el lankhmarés<br />
era más fácil.