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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Con una mueca <strong>de</strong> dolor, Frix extrajo <strong>de</strong> su palma el estilete que le había clavado<br />

Hisvin, se besó ligeramente la herida sangrante y, con una breve reverencia, la ofreció a<br />

su dueño.<br />

Hisvet se arrebujaba en su túnica violeta, mientras Skwee, valiéndose <strong>de</strong> sus dientes<br />

en forma <strong>de</strong> pala, ataba diestramente un vendaje en su muñeca herida.<br />

Atravesado por una docena <strong>de</strong> lanzadas y <strong>de</strong>rramando sangre oscura sobre la<br />

alfombra violeta, el escorpión aún se retorcía panza arriba, las patas y las gran<strong>de</strong>s<br />

mandíbulas temblorosas, el aguijón <strong>de</strong>slizándose un poco a<strong>de</strong>lante y atrás.<br />

Hreest, las dos ratas vestidas <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y las tres ratas con picas habían ido en<br />

persecución <strong>de</strong>l Ratonero, y el ruido <strong>de</strong> sus botas en la empinada escalera se había<br />

extinguido.<br />

—Debería matarte —dijo Hisvin a su hija, frunciendo el ceño.<br />

—Ah, querido padre, no compren<strong>de</strong>s en absoluto lo que ha ocurrido —replicó Hisvet<br />

con voz trémula—. El Ratonero Gris me forzó a punta <strong>de</strong> espada, ha sido una violación...,<br />

y a punta <strong>de</strong> espada, bajo la colcha, me ha obligado a <strong>de</strong>cirte cosas horribles. Ya has<br />

visto que, al final, he hecho lo posible para matarle.<br />

—¡Bah! —dijo Hisvin, volviéndose <strong>de</strong> lado.<br />

—Ella es quien merece la muerte —<strong>de</strong>claró Skwee, señalando a Frix—. Ha facilitado la<br />

huida al espía.<br />

—Muy cierto, po<strong>de</strong>roso consejero —convino la muchacha—, <strong>de</strong> lo contrario habría<br />

matado por lo menos a la mitad <strong>de</strong> vosotros, y vuestros cerebros son muy necesarios,<br />

realmente indispensables, ¿no es cierto?, para dirigir el gran asalto <strong>de</strong> esta noche contra<br />

<strong>Lankhmar</strong> Superior. —Tendió a Hisvet su mano sangrante y le dijo en voz baja—: Ya te<br />

he salvado la vida dos veces.<br />

—Serás recompensada por ello —replicó Hisvet, apretando los labios—. Y por ayudar<br />

al espía en su huida, ¡y no impedir mi violación!, serás azotada..., mañana..., hasta que ya<br />

no puedas gritar.<br />

—Perfectamente, mi ama —dijo Frix, con un asomo <strong>de</strong> regocijo—. Castígame mañana,<br />

pero esta noche hay otras urgencias, en el palacio <strong>de</strong> Glipkerio, en la Cámara Azul <strong>de</strong><br />

Audiencias. Hay trabajo para nosotros tres, y creo que apremia, señor —concluyó en tono<br />

<strong>de</strong>ferente, volviéndose hacia Hisvin.<br />

—Es verdad —dijo el merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> granos, sobresaltado. Con el ceño fruncido miró a<br />

su hija y a la esclava <strong>de</strong> ésta, y finalmente se encogió <strong>de</strong> hombros—. Vamos —añadió.<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s confiar en ella? —le preguntó Skwee.<br />

—Es preciso. Son necesarias para po<strong>de</strong>r controlar <strong>de</strong>bidamente a Glipkerio. Entretanto,<br />

tu puesto es el <strong>de</strong>l mando supremo en la mesa <strong>de</strong>l Consejo. Siss te necesitará. ¡Vamos!<br />

—repitió a las muchachas.<br />

Frix pulsó los medallones y la segunda pintura se levantó. Los tres subieron la<br />

escalera.<br />

Skwee se quedó solo en el dormitorio y paseó <strong>de</strong> un lado al otro, con la cabeza gacha,<br />

sumido en airados pensamientos, pasando automáticamente por encima <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> la<br />

rata gigantesca y ro<strong>de</strong>ando al escorpión que aún se retorcía. Cuando por fin se <strong>de</strong>tuvo y<br />

alzó la vista, se fijó en el tocador con los frascos negros y blancos <strong>de</strong> la pócima para<br />

cambiar <strong>de</strong> tamaño. Se acercó al mueble con la actitud <strong>de</strong> un sonámbulo o <strong>de</strong> quien<br />

camina sobre las aguas. Durante algún tiempo jugueteó con los frascos, moviéndolos en<br />

una dirección y otra. Entonces habló en voz alta consigo mismo.<br />

—¿Cómo es posible que uno pueda ser sabio, mandar sobre un vasto ejército,<br />

esforzarse sin <strong>de</strong>smayo y razonar con brillantez diamantina y, sin embargo, ser tan<br />

pequeño como un lepisma y ciego como una oruga nocturna? Lo evi<strong>de</strong>nte está siempre<br />

ante nuestros hocicos <strong>de</strong>ntados y nunca lo vemos..., porque las ratas hemos aceptado<br />

nuestra pequeñez, nos hemos hipnotizado con nuestro enanismo, incapacidad e<br />

imposibilidad <strong>de</strong> evadirnos <strong>de</strong> nuestros atestados túneles en los que vivimos prisioneros,

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