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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el rincón en el que esperaba en cuclillas, cogió la jaula y corrió con ella para<br />

arrojarla al mar. El Ratonero le siguió. Apartó al mingol <strong>de</strong> un codazo en las rodillas, se<br />

asomó cuanto pudo, sujetándose con la otra mano en el lado <strong>de</strong> la ventana embaldosada<br />

y vio que la jaula se precipitaba contra las aguas azules, con las que chocó levantando<br />

espuma blanca.<br />

En el mismo instante notó que Hisvet, que le había seguido rápidamente, apretaba<br />

contra él su costado sedoso.<br />

El Ratonero creyó ver unas pequeñas formas oscuras que abandonaban la jaula y<br />

nadaban briosamente bajo el agua hacia la roca, mientras su prisión <strong>de</strong> hierro se hundía<br />

hasta per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> vista.<br />

Hisvet le susurró al oído:<br />

—Esta noche, cuando el lucero <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se vaya a dormir, en la plaza <strong>de</strong> las Delicias<br />

Oscuras. En el bosquecillo <strong>de</strong>l salón arbóreo.<br />

Volviéndose rápidamente, la <strong>de</strong>licada hija <strong>de</strong> Hisvin or<strong>de</strong>nó a la sirvienta con el collar<br />

negro y la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> plata:<br />

—¡Vino ligero <strong>de</strong> Ilthmar para su majestad! Luego sírvenos a los <strong>de</strong>más.<br />

Glipkerio apuró una copa <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> centelleante fermento incoloro y pareció como si<br />

su coloración verdosa se aclarase un poco. El Ratonero seleccionó una copa <strong>de</strong> un<br />

brebaje más oscuro y potente, así como una tierna loncha <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> bor<strong>de</strong> negro,<br />

mientras la sirvienta se arrodillaba con elegancia, la parte superior <strong>de</strong>l cuerpo<br />

perfectamente erguida.<br />

Al levantarse con una ondulación que no parecía costarle ningún esfuerzo y avanzar a<br />

pasitos hacia Hisvet, pasos cortos obligados por las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> plata en sus tobillos, el<br />

Ratonero observó que si bien su frente carecía <strong>de</strong> cualquier adorno, su espalda <strong>de</strong>snuda<br />

estaba cruzada por unas líneas rosadas que formaban una especie <strong>de</strong> estructura <strong>de</strong><br />

diamante e iban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nuca a los talones.<br />

Entonces se dio cuenta <strong>de</strong> que no eran estrechas líneas pintadas, sino marcas <strong>de</strong><br />

latigazos. ¡Así pues, la fornida Samanda conservaba sus disciplinas artísticas! La<br />

conspiración atormentadora entre el flaco y afeminado Glipkerio y la oronda señora <strong>de</strong>l<br />

palacio era a la vez psicológicamente instructiva y repulsiva. El Ratonero se preguntó qué<br />

falta habría cometido la sirvienta. También imaginó a Samanda chisporroteando a través<br />

<strong>de</strong> su negro atuendo <strong>de</strong> lana chamuscada en un enorme horno al rojo blanco, o<br />

<strong>de</strong>slizándose con una carga <strong>de</strong> plomo atada a sus gruesos tobillos por el tobogán <strong>de</strong><br />

cobre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el porche hasta el agua.<br />

Glipkerio le estaba diciendo a Hisvin:<br />

—Así pues, ¿sólo es necesario atraer con un señuelo a todas las ratas para que salgan<br />

a la calle y dirigirles tu encantamiento?<br />

—Ciertamente, oh, sapiente majestad —le aseguró Hisvin—, aunque <strong>de</strong>bemos esperar<br />

un poco hasta que las estrellas hayan navegado hasta sus posiciones más potentes en el<br />

océano <strong>de</strong>l cielo. Sólo entonces mi magia matará a las ratas a distancia. Pronunciaré mi<br />

encantamiento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el minarete azul y acabaré con todas ellas.<br />

—Confío en que esas estrellas zarpen a toda vela y avancen con la máxima celeridad<br />

—dijo Glipkerio; la preocupación había nublado momentáneamente el placer infantil que<br />

expresaba su rostro largo y <strong>de</strong> facciones vulgares—. Mi gente está inquieta y quieren que<br />

haga algo para dispersar a las ratas o hacer que vuelvan a sus madrigueras. Conseguir<br />

que salgan es todo lo contrario y contradice sus <strong>de</strong>seos, ¿no crees?<br />

—No turbes a tu potente cerebro con esa preocupación —le propuso Hisvin—. A las<br />

ratas no se las asusta fácilmente. Toma contra ellas las medidas que creas necesarias<br />

según la situación, y entretanto di a tu Consejo que dispones <strong>de</strong> un arma todopo<strong>de</strong>rosa en<br />

reserva.

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