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Libertad para elegir:Cultura • Comunicación • Desarrollo Humano SustentableEs importante reconocer que en torno al desarrollo sustentable se ha construido “una nueva red deproducción simbólica y social donde múltiples actores, con muy variadas perspectivas luchan por parcelarla realidad social y natural a partir de sus propias interpretaciones e intereses” (Escobar, 1997,p. 28).Por esta razón se considera crucial visibilizar los factores que han sido excluidos de este modelo a finorientar la sustentabilidad hacia un modelo de desarrollo deseable que sea a la vez justo y responsablecon el medio ambiente.A esta tarea han contribuido los estudios de género y el movimiento ecofeminista 5 en los que se señalaque la relación de mujeres y hombres con la naturaleza se estructura a partir de posiciones diferencialesde poder y dinámicas derivadas de la distribución sexual del trabajo; que en su conjunto marcan el accesoy los derechos sobre los recursos naturales, así como los conocimientos que se tienen de los mismos.Incluso en los convenios ambientales a nivel internacional y en las políticas públicas del país se reconoceque la participación de las mujeres es un requisito indispensable para lograr la sustentabilidad. Se lasconsidera como uno de los grupos más vulnerables a la crisis ecológica, y no es raro encontrar argumentosde corte ensencialista que sostienen la existencia de una inclinación de las mujeres hacia elcuidado de la naturaleza. Referente al manejo de la biodiversidad, se señala que ellas poseen conocimientosparticulares sobre el medio ambiente, son depositarias de prácticas de producción menosagresivas con la naturaleza, suelen participar en movimientos que luchan por su conservación, etcétera.El peligro de este tipo de argumentos es que sugieren que los intereses de las mujeres y los del medioambiente confluyen armoniosamente cuando justamente puede ocurrir lo contrario: que ellas debanexplotar en mayor medida los recursos naturales a fin de poder mejorar su posición respecto a los varones,o que so pretexto de un interés especial de las mujeres en el cuidado ambiental se les adjudiquennuevas responsabilidades que aumenten su carga de trabajo. En este sentido es importante que la políticapública ambiental trascienda el ámbito discursivo y el nivel de política simbólica para que sea capaz deresponder a las mujeres como sujetos de derechos, si ellas no cuentan con incentivos es probable quesus prácticas productivas se contrapongan con la conservación tal como lo ejemplifican diversos estudios(Morrobel, 2004; Fortmann, 2004). 65 El ecofeminismo surge en la década de los setenta principalmente en países del Norte como una crítica al proyecto de modernidad en torno atemáticas puntuales: el deterioro ambiental provocado por los procesos de industrialización y las guerras; el imperialismo y el aumento de ladesigualdad entre países del Norte y del Sur; la feminización de la pobreza y la subordinación de las mujeres; y también como una crítica a lasestrategias del feminismo liberal. Para una consulta detallada ver: Agarwal, 2004; Bifani, 2003; Mellor, 2000; Velázquez, 2003.6 Un caso estudiado por Braidotti ejemplifica lo anterior: las mujeres se negaron a participar en un proyecto de reforestación al no tener seguridadde recibir algún beneficio económico del proyecto, pues al no ser dueñas de la tierra no contaban con poder de decisión sobre la venta de lamadera y la distribución de las ganancias (Braidotti, 2004). Otra situación común es que cuando las mujeres trabajen en tierras ajenas no se puedeesperar que inviertan su trabajo en actividades como el saneamiento del suelo.54