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PRESENTACIÓN 1

Incursiones_queer_FINAL

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372 INCURSIONES QUEER EN LA ESFERA PÚBLICA<br />

de las sirenas al olvido y, de ese modo, afirmar su dominio racional<br />

sobre el mito y la naturaleza, la prehistoria del sujeto unificado, la<br />

identidad. Es la misma figura que Enrique Dussel (1994: 66) ve en<br />

el conquistador Hernán Cortés: “El ‘yo colonizo’ al Otro, a la mujer,<br />

al varón vencido, en una erótica alienante”, tejiendo su propia<br />

mitología al sacrificarlos en el altar de la razón y el derecho universal.<br />

Incluso en su firme defensa de la modernidad, Habermas (2001:<br />

115) reconoce sus leyes como el “rostro de Jano”, y afirma que “las<br />

normas legales deben moldearse de manera que se puedan ver simultáneamente<br />

en dos formas diferentes, como leyes de coerción<br />

y leyes de libertad”. Ese otro rostro de la modernidad se encuentra<br />

en el corazón de las suspicacias queer y feminista acerca de la representación<br />

política formal que mencioné anteriormente y explica<br />

la importancia de ir más allá de una celebración de los derechos<br />

conseguidos a través de marcos formales para considerar su arraigo<br />

social. Quiero considerar ahora dos corrientes de crítica relacionadas,<br />

de vital importancia en la orientación de nuestro compromiso<br />

con el proyecto de la modernidad, pero también problematizaré<br />

algunos de los binarismos que ellas reproducen en formas que creo<br />

atienden más a las zonas grises de los terrenos híbridos.<br />

En una poderosa crítica al marco liberal de la “ciudadanía sexual”,<br />

Corrêa, Petchesky y Parker (2008) nos recuerdan que el<br />

tropo seductor de “ciudadano” siempre se ha ocupado tanto de<br />

la producción de forasteros-marginados como del empoderamiento<br />

político a través de la extensión de los derechos:<br />

Desde sus orígenes en la política griega antigua hasta las democracias liberales<br />

de hoy, la idea de ciudadanía ha estado intrínsecamente ligada al trazo de<br />

fronteras —entre ciudadanos y otros (extraños, extranjeros, bárbaros); entre<br />

espacios públicos y privados; entre categorías de virtud y de desviación; y entre<br />

“mayorías y minorías”. Para Aristóteles, un ciudadano era, por definición,<br />

alguien capaz tanto de gobernar como de ser gobernado, pero de ninguna<br />

manera ello podría incluir a mujeres, esclavos o extranjeros. Hoy en día, la<br />

“guerra contra el terror” parece haber sobrepasado la tan cacareada era de<br />

la globalización, con su libre flujo de mercancías, capitales, personas, ideas e<br />

imágenes a través de fronteras. En su lugar vemos la proliferación de vallas de<br />

acero electrónicas, de tecnologías de vigilancia y un número sin precedentes<br />

de refugiados y desplazados internos —aquellos alejados de la seguridad de<br />

la ciudadanía por la violencia armada y los desastres, tanto naturales como

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