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epetitiva (siempre el mismo tipo de historias: enfermedades, tragedias) y poco relevante (historias de
mascotas perdidas, necesidades de una junta de vecinos en específico).
A pesar de esto, algunos participantes reconocieron que en algunos casos les parecía aceptable e incluso
necesaria la cobertura de lo personal: a) cuando el caso representaba una tendencia general y b) cuando
el caso daba antecedentes suficientes como para llamar a las autoridades a la acción o para permitir que
la propia audiencia para ayudar al afectado por un problema.
Emocionalización
El análisis de contenido demostró que el uso de la emocionalización es común, pero no extendido en
los noticiarios chilenos: un tercio de las notas analizadas incluían al menos algún recurso
emocionalizante. En el caso de la información sobre emociones, lo más frecuente fue la selección de
fuentes que tienen un tono apasionado y entregan información sobre emociones negativas tanto
verbalmente como a través de sus gestos. Hubo, además, bajos niveles de intervención de las imágenes
a través de recursos como el soft focus y el cambio de color. Esto sugiere un tratamiento audiovisual
más naturalista de los distintos temas.
En opinión de los editores, la emoción es una parte inextricable de la realidad y, por lo tanto, el reporte
de la emoción fue percibido como necesario para una cobertura precisa.
Ninguno de los entrevistados describió su trabajo periodístico como melodramático, aunque calificaron
al lenguaje audiovisual como inherentemente dramático. Cuando se les pedía definir el concepto de
melodrama, tendían a relacionarlo con “ficción”, especialmente a las telenovelas y a asignarle atributos
negativos. El melodrama es para ellos entonces “una adulteración de la realidad” a través de la
intervención de una mirada “limpia y transparente” de los eventos noticiosos (Editor 2, C13) de modo
de exacerbar la emoción.
En el contexto periodístico, el melodrama fue entendido como una exageración retórica de los atributos
dramáticos de la realidad como un modo de apelar a las emociones por sobre el núcleo racional de la
realidad. Este exceso de emoción es descrito listando recursos percibidos como inadecuados: imágenes
de sufrimiento y muerte, especialmente cuando son mostradas a través de primeros planos, repetición
de imágenes y cámara lenta, el uso de adjetivos y adverbios que intensifican emociones y música
intensamente dramática.
Si bien los editores reconocían que el uso de estos recursos era siempre malo en la nota breve, sí los
consideraban aceptables en historias largas. Esto es coherente con los resultados del análisis de
contenido: todos los canales incluían notas de más de seis minutos, fundamentalmente sobre historias
con alto nivel de interés humano. Estas notas se han hecho comunes desde el año 2010 (Mujica &
Bachmann, 2012).
Si bien los resultados del experimento mostraron mayores niveles de atención e interés a las notas con
tratamiento melodramático, en la conversación final los participantes consistentemente calificaron
negativamente el uso de recursos emocionalizantes calificando los noticiarios como “porno
emocional”.
Se les atribuyó una preocupación por conseguir rating a través del morbo. Al confrontarlos con la idea
de que el rating es un modo de medir audiencias y que, por lo mismo, pareciera que estos recursos
conectan con el público, los participantes respondieron que apelaban a niveles más básicos y refirieron
que “a la gente” le gusta ver ese tipo de contenidos. Sin embargo, algunos participantes reconocieron
disfrutar viendo este tipo de historias, sentir empatía por las emociones representadas y uno incluso
refirió un cierto “sentido de comunidad”.
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