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diferencia es que la prensa de inicios del siglo XX contaba ya con ediciones diarias y corresponsales<br />

profesionales que salían a investigar los hechos. Además, el país estaba más interconectado y los<br />

telégrafos funcionaban de forma expedita por lo cual la prensa podía publicar rápidamente los reportes<br />

de las autoridades. Con estas posibilidades técnicas y mayores recursos humanos, la prensa de la época<br />

podía controlar mejor sus informaciones y construir relatos ya no seleccionando entre los relatos de los<br />

testigos de la catástrofe que llegaban por correo (como en la prensa del siglo XIX), sino construyendo<br />

el relato del terremoto con la pluma y visión de su propio personal. Así, en la información periodística<br />

del terremoto de 1906, la impresión textual de las cartas de los testigos quedó relegada a un segundo<br />

lugar, pues los corresponsales eran los que les relataban a los lectores las historias del terremoto. Este<br />

relato n constituye un texto del género informativo propiamente tal, sino más bien un híbrido, un relato<br />

en tránsito, inclasificable que fluctúa entre relatar como testigo con la objetividad del corresponsal.<br />

Contar las sensaciones y percepciones del drama al mismo tiempo que informar y entregar balances<br />

oficiales. En el caso de los terremotos, la prensa del terremoto de 1906 logró conjugar la tragedia del<br />

drama humano y las víctimas, con la resolución de la autoridad política que se hace cargo del<br />

abastecimiento de las ciudades, del re-establecimiento de las comunicaciones, de la reconstrucción y de<br />

los balances de la destrucción; combinó la confusión, el caos, el aislamiento y los saqueos, con el orden<br />

que impone la autoridad militar y policial, supra vigilante que aplicó duras penas a los delincuentes;<br />

armonizó la incertidumbre inicial de no saber qué y dónde había ocurrido, con la resistencia moral de<br />

corresponsales heroicos que buscaban a toda costa la información fresca y veraz en distintas<br />

localidades y el optimismo racional de las instituciones científicas, que llamaban a la calma de la<br />

población con sus pronósticos y explicaciones.<br />

En 1906, también las ideas de orden y progreso estaban presente en el espacio mediático. En junio<br />

había ganado las elecciones Pedro Montt (1849-1910), con su propuesta programática de un gobierno<br />

de orden y progreso. El día del terremoto del 16 de agosto de 1906 estaba a pocas semanas de asumir<br />

su mandato y los movimientos de la naturaleza en vez de orden, trajeron caos, demostrado que el<br />

discurso del progreso, no era más que eso, pues la naturaleza mostraba su inmensidad y magnitud<br />

cuando menos se lo esperaban. Por esta razón, poder explicar el terremoto, su origen o su causa<br />

también se volvió indispensable en las noticias de la catástrofe. Era la forma de traer luz en la<br />

oscuridad y razón donde sólo domina el miedo. Era, en efecto, una forma también de resistencia moral<br />

mediante el relato de la ciencia. Los periódicos de inicios del siglo XX, incorporaron en sus ediciones<br />

post-terremoto algunas explicaciones, mediciones o informaciones de autoridades científicas, aunque<br />

muchas veces los expertos no tenían mucho más que añadir a cualquier testimonio personal. Sin<br />

embargo, incluir la voz de la ciencia institucional era necesario para la prensa, siendo relevante dar a<br />

conocer al público la hora, duración y dirección del movimiento. La fuente de esta información, no era<br />

cualquier testigo como había sido frecuente en los periódicos de la prensa de siglo XIX, sino que era<br />

una información institucional. En esta búsqueda de certeza y seguridad, las instituciones jugaron un rol<br />

importante en la época. Ellas eran garantía de confianza y autoridad científica, frente a rumores y<br />

alarmas catastróficas que rápidamente comenzaban a circular. Diversos periódicos publicaron versiones<br />

institucionales que señalaban que el terremoto no se volvería a repetir y que los movimientos sísmicos<br />

disminuirían en cantidad.<br />

Conclusiones<br />

En la prensa chilena de la segunda mitad del siglo XIX, el testimonio era la esencia del relato sobre la<br />

catástrofe. Los periódicos incluían en todas sus ediciones cartas de las víctimas/testigos oculares que<br />

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