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las que compite por recursos” (Fombrun 2012, p. 103). Es decir, para no confundirse, hay que centrar el<br />

concepto en las percepciones del grupo analizado respecto a la compañía, en contraste con sus pares.<br />

Esas actitudes de los stakeholders han sido cuantificadas y sistematizadas en diferentes modelos<br />

especializados, muchos de los cuales siguen el ejemplo de Fortune de publicar listados comparados de<br />

empresas (Argenti 2009; Fombrun 2012; VanRiel & Fombrun 2007. Ver Dowling & Gardberg, 2012<br />

para un listado exhaustivo de métodos aplicados en medio centenar de países). Quizás el indicador más<br />

conocido internacionalmente es el RepTrak Pulse, desarrollado por el Reputation Institute en convenio<br />

con el consorcio español Reputation Excellence. Al igual que otros modelos alternativos, tales como<br />

Merco (Monitor de Reputación Corporativa de Villafañe y Asociados, con presencia en España y<br />

Latinoamérica, ver Villafañe 2013), el Ranking de Reputación Corporativa de Hill & Knowlton<br />

Captiva, el Ranking de Empresas más Respetadas de Adimark, la reputación o prestigio (medida en una<br />

escala numérica que suele ir de 0 a 100) se recaba mediante encuestas de opinión y se explica por una<br />

batería de atributos relativos al desempeño real de la organización que se preguntan aparte, tales como<br />

la calidad de sus productos y servicios (suele ser el más relevante), la manera en que trata a sus<br />

empleados, la calidad ética de su gobierno corporativo, sus resultados financieros (muy valorados por<br />

gerentes y analistas financieros, mucho menos por el público general) y su capacidad de innovar<br />

(Carreras & Alloza, op. cit.; Fombrun, 2012; Van Riel & Fombrun 2007).<br />

Todos ellos son métodos de análisis sistemático de las actitudes de los diferentes grupos de interés<br />

hacia la organización como un todo, y no solo hacia un producto o marca por parte de un actor<br />

específico. Estas valoraciones no son estáticas ni homogéneas: hay industrias estructuralmente de<br />

menor reputación que otras. Por ejemplo, tabacaleras, servicios sanitarios, aseguradoras y<br />

telecomunicaciones salen normalmente peor evaluadas por el público general que rubros como<br />

electrónica y alimentos. Además los valores obtenidos varían también según el país y el momento de la<br />

evaluación.<br />

Una ventaja importante de estas mediciones es que estudian de manera sistemática el entorno de<br />

stakeholders mediante encuestas de opinión y otros instrumentos para apoyar la gestión estratégica de<br />

las organizaciones, lo cual contrarresta las miradas autorreferentes y aisladas del entorno que muchas<br />

veces aqueja a los directivos (Fleisher & Bensoussan, 2007; Godoy & Opazo, 2015).<br />

No obstante, hay varios inconvenientes asociados a la reputación corporativa, y no sólo conceptuales o<br />

teóricos. Un primer problema es que, como ella reside en la mente de los stakeholders, no es<br />

directamente gestionable por la empresa evaluada (Tironi 2011), aunque sí lo son las acciones que<br />

gatillan el aprecio de los diferentes grupos. Segundo, este tipo de modelos estandarizados de medición<br />

y gestión reputacional han recibido críticas por ofrecer una visión distorsionada, simplista, rígida,<br />

homogeneizante e incluso con visos de imperialismo cultural proveniente del management<br />

norteamericano (ver Tironi 2011, quien incluso declara que la reputación corporativa no existe).<br />

A lo anterior se suman los sesgos y problemas de los propios mecanismos usados para medir la<br />

reputación (Dowling & Gardberg 2012). Adicionalmente, la compulsión por los rankeos propagados<br />

por consultoras y por medios de comunicación desde 1983 afecta las percepciones de las propias<br />

personas encuestadas pues las inducen a “premiar” a las compañías que encabezan los rankings<br />

(Barnett & Lee, 2012).<br />

Al igual que otros conceptos intangibles como democracia, libertad o confianza, no hay una definición<br />

única satisfactoria porque cada una se basa en perspectivas y premisas diferentes (Rindova & Martins<br />

2012). Lo anterior implica que algunos modelos de gestión son también contradictorios e incluso<br />

inconducentes porque parten de premisas erróneas: por ejemplo, en algunos casos terminan<br />

orientándose simplemente a conseguir un puesto destacado en tal o cual ranking reputacional (Barnet &<br />

Pollock 2012).<br />

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