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con el círculo mediático, forjarán un proceso de mediación y manipulación; donde el discurso
construido por esta relación de poder, será difundido como un discurso incuestionable. Controlando así,
el espectro mental de “realidad” de la población, para que a través de los medios y el poder asociado,
llegue de forma persuasiva y simbólica a expandir valores ideológicos, convenientes a su foco de
atención.
Los distintos grupos dominantes, fomentan y hacen valer las “diferencias” entre “Nosotros” y “Otros”
de acuerdo a sus propios intereses. Esto se relaciona con conceptos palpables en la conformación de
identidades, y por ende en las realidades nacionales; siendo éstas vistas en las constantes
construcciones sociales sostenidas por los respectivos Estado-nación en asociación con los medios a
través del tiempo, las cuales validan un pensamiento nacionalista y un sentimiento separatista, por
medio de la memoria colectiva (Marinello, 2002). Por ello, a través de la relación limítrofe entre
Bolivia y Chile post Guerra del Pacífico (1979-1883), se realizó un levantamiento de publicaciones
noticiosas centradas en la demanda boliviana por salida al mar ante la Corte Internacional de Justicia de
La Haya; desprendida de los periódicos tradicionales con mayor venta, legitimidad e injerencia de
ambos países (Mastrini y Becerra, 2006), siendo “La Razón” de Bolivia y “El Mercurio” de Chile.
Medios de comunicación y poder: contructores de “una” realidad social
Para comprender las técnicas comunicativas, es necesario concebir la “realidad” como un proceso de
construcción, interpretación y transmisión de lo que percibimos del entorno; que se establece
socialmente y constituye un escenario en conjunto, a partir de una dialéctica entre la realidad cimentada
y la que se está formando (Gomis, 1991). En este contexto, cada uno es producto y productor de
distintas realidades (Berger y Luckmann, 2001). Sin embargo, estas construcciones son influenciadas
por el contexto al que se esté adscrito, resultando de ello una realidad masiva (Gomis, 1991).
De estos procesos participa ampliamente la comunicación. Se puede interpretar la sociedad a través de
los hechos desde una perspectiva determinada y la conformación de sentidos que se produce a partir de
una realidad en común, independiente del contexto sociocultural en que se esté inserto; donde los
diferentes grupos van re-construyendo su realidad a través de la interacción comunicativa, compuesta
por experiencias y significancias en común, propias de la vida en sociedad y de la institucionalización
que surge de ella. Estas realidades son expresadas y construidas en los discursos periodísticos
verbovisuales, a través de las representaciones que conocemos como noticias (Mayorga y León, 2007).
Éstas, en su conjunto discursivo, poseen una carga de directrices de pensamientos y miradas sobre
determinados acontecimientos, interpretados mayoritariamente por los operadores semánticos que
utilizan el lenguaje textual/visual para conceptualizar y establecer una única realidad posible (Eco,
1979). Dicho afán está sujeto a tres aspectos primordiales: la fuente informativa, el sesgo ideológico y
el discurso emitido (Rodrigo, 1989).
Por ello, las noticias desde su creación son dominadas –de forma predominante- por grupos
hegemónicos que se benefician de la cualidad de constructor sociocultural de la prensa, generando así
el juego de la manipulación mediática, influencia y dominación; definiendo, a su vez, las diversas
imágenes que se instauran e institucionalizan socialmente (Browne y Yáñez, 2012; Del Valle et. al,
2010) por medio de las construcciones periodísticas, las que median entre el mundo real objetivo y la
representación creada (González, 2009). Estos grupos de poder controlan el contenidos noticiosos y
buscan que éstos “no atenten contra el status quo establecido a nivel interno -Estados- como externo –
sociedad-” (Mayorga y León, 2007:3). Éstos, recurren a diversas estrategias de manipulación
simbólica discursivas de autoridad, con el fin de jerarquizar y hacer significativo el mensaje –de
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