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La defensa del campo profesional, que fue durante años una de las causas más caras para los gremios
de periodistas es hoy una batalla virtualmente perdida. Incluso el relator de Libertad de Expresión de
Naciones Unidas, Frank La Rue, citó en 2013 resoluciones de la Unesco para impugnar las
disposiciones de la Ley Orgánica de Comunicación de Ecuador que establece la obligatoriedad del
título universitario de periodista para ejercer esta profesión.
Hay una suerte de disociación forzada entre el ejercicio profesional y la tuición sobre la ética. Es una
situación compleja, que contrasta con otros pronunciamientos claros de entidades internacionales,
incluyendo a los relatores de Libertad de Expresión de la ONU y de la OEA, que favorecen tendencias
de democratización de las comunicaciones.
Una aplicación integral de resoluciones y convenciones relativas a los derechos humanos daría en
forma casi natural la adopción del Derecho a la Comunicación en nuestros países. Con los años, y a la
luz incluso de fallos de la Corte Interamericana de Justicia, se han potenciado los criterios contra la
discriminación y a favor de la transparencia. Un cumplimiento cabal del Convenio 169 de la OIT sobre
los pueblos indígenas debe conducir a nuestros Estados a la creación y promoción de medios para las
naciones originarias. Las relatorías de Libertad de Expresión han ampliado este concepto, en sus
orígenes liberal e individual, a una concepción amplia que cuestiona la existencia de monopolios y
oligopolios mediáticos como contrarios a esta libertad.
Los ejemplos podrían seguir. Sin embargo persiste un trasfondo de disputas que puede resumirse en los
dos conceptos que marcaron desde su origen el debate sobre el Informe MacBride: la democratización
de las comunicaciones versus el libre flujo informativo.
Ética y ciudadanía
Estos antagonismos pueden expresarse igualmente en la contraposición entre quienes conciben la
información como un bien social y quienes sostienen que el único parámetro valido para la actividad
periodística es la llamada objetividad. Esta polémica sobre la deontología del periodismo debe
resolverse desde la perspectiva de los derechos humanos con la ética como referente fundamental.
¿Cómo debe entenderse la ética en el ejercicio de la comunicación? Lo cierto es que suele confundirse
ética con moral y, aún más, con una suerte de licencia para que los medios ejerzan un moralismo que a
menudo consagra visiones de los grupos dominantes. Así, se generan rutinas “informativas” que son
claramente discriminatorias de los pobres o, a la inversa, benévolas con los ricos 31 . Hay diversos
estándares para tratar la transparencia, el derecho a la privacidad, la honra personal y otros aspectos que
atañen también a los derechos humanos y al Derecho a la Comunicación.
Como ha señalado Humberto Maturana, mientras la moral tiene un enfoque individualista, que
determina la satisfacción con la conciencia propia, la ética debe entenderse esencialmente como la
preocupación por los demás, por “el otro” o “los otros”. Una diferencia que es fundamental en el
ejercicio del periodismo y de la comunicación.
Por eso no es exagerado afirmar que la ética debe estar en sintonía con los derechos humanos, los
cuales a su vez constituyen el sostén central de la democracia. Por ello, el espectro de alcances de la
ética es muy vasto, del mismo modo que los atropellos de parte de los poderes institucionales y
fácticos, en especial de los poderes empresariales, son también recurrentes y numerosos.
31 Ver, al respecto, González Rodríguez, Gustavo. Antisociales: El discurso de la paz ciudadana. Revista Comunicación y
Medios, número 18. Instituto de la Comunicación e Imagen. Universidad de Chile. 2008.
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