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Asimismo, este mismo reconocimiento parcial de la estudiante como productora digital podría ser
respondido por la existencia de su identidad falsa, con la cual firma su contenido digital. Tal como ella
señala, la autoría de aquel contenido para su público virtual es de este alter ego, que ella entiende como
algo diferente a ella aunque sea un producto en sí mismo creado por ella. Por tanto, sería esta identidad
falsa la que posee las características necesarias para ser un productora digital a los ojos de Bárbara.
Discusión
“[...] porque nadie me va a hacer así en la espalda y decirme oye que bacán lo que hiciste. Se lo
van a hacer a ella. Y ella no existe, y por lo tanto nadie le va a decir nada. Le van a decir por
internet, la gente que visita la página le va a decir que bacán tu entrada, pero a mí no.” (Bárbara)
Gran parte de la investigación sobre prácticas mediáticas juveniles ha asumido a estos sujetos en tanto
audiencia en relación con los medios, o como usuarios tecnologizados relevando sus rutinas y
preferencias en términos generales (Morduchowicz, 2008). En el estudio que acá se discute se intentó
un acercamiento a lo planteado por Hobart (2010) respecto de la necesidad de entender las prácticas
mediáticas de jóvenes de manera situada y en relación con los significados que éstos asignan a las
actividades de producción.
Un primer aspecto a destacar es el hecho de que los y las estudiantes que participaron del estudio
fueron convocados como estudiantes de la comunicación de la Universidad de Chile, que los cuatro
casos fueron invitados en tanto productores y productoras reconocidos en la primera fase, y que la
investigación se desarrolló en el mismo ambiente universitario compartido tanto por las personas
entrevistadas como por las investigadoras. Estos antecedentes deben ser tenidos en consideración a la
hora de intentar una comprensión de los significados que los cuatro jóvenes configuran en relación con
la producción mediática digital. De algún modo, este es el marco que orienta los posicionamientos de
los jóvenes.
Ahora, los resultados nos muestran que los significados construidos por los cuatro casos no son
homogéneos ni congruentes, tal como señala Hobart, por el contrario, se aprecian diversos sentidos de
lo que es un producto y quién se puede arrogar el título de productor mediático. No es que exista un
tipo de productor digital, sino más bien tipos de posicionamientos o formas de “tomarse” los espacios
digitales. Ese posicionamiento dependerá en gran medida del objetivo que tiene la productora o
productor digital, independiente del grado de complejidad de las habilidades mediáticas requeridas. De
modo que los significados en torno a la producción digital distinguen dos modalidades distintas, la
práctica asociada a una actividad lúdica, y la práctica asociada a una actividad mediática. En ambas las
plataformas digitales utilizadas son relevantes para su configuración.
A partir de esto puede entenderse también la concepción de los productos digitales como agencialidad,
que se explicaba más arriba. La producción digital y sus productos como todo aquello que crea
posicionamiento del productor. No es solo crear, es poner en circulación. Más que qué poner es qué
ocurre con el sujeto que produce.
Con respecto al reconocimiento de los estudiantes como productores, es necesario reconocer que fueron
Rodolfo y Andrés quienes entregaron una definición de productor más amplia e inclusiva y, por eso
mismo, tuvieron menos dificultad de identificarse como productores. No de la misma forma fue el caso
de las dos mujeres que participaron en esta investigación, quienes durante sus respuestas aceptaban
parcialmente o negaban rotundamente su rol como productoras. Se podría inferir tal vez que en esto la
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