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Justamente, en el proceso de formación de la opinión pública se observan posiciones disonantes: por un<br />

lado, distintos colectivos, tales como médicos, asociaciones de padres, grupos políticos conservadores<br />

ven con preocupación cómo estos nuevos aires libertarios pueden poner en peligro a generaciones de<br />

jóvenes al caer en la tentación de probar y engancharse a ésta u otras drogas. Por ejemplo, es sabido el<br />

argumento de representantes políticos chilenos, tanto de la UDI como de RN (principalmente), con<br />

miras a señalar que la marihuana es la ventana para otras drogas más duras tales como la cocaína, la<br />

pasta base, la heroína, el éxtasis, el LSD, las anfetaminas o tantas otras, olvidando con ello que el<br />

alcohol es la droga más consumida. Es más, el debate reciente se ha encargado de catalogar o clasificar<br />

de blandas o duras o de legales e ilegales a las distintas sustancias psicoactivas que se consumen en el<br />

país y en el continente, sin tener claridad sobre el criterio para tipificar.<br />

Por otro lado, la experiencia uruguaya ha sido criticada y también avalada por quienes aspiran a vivir<br />

de manera inclusiva y tolerante. Al parecer, el experimento uruguayo, cuyo fin es alejar a los jóvenes<br />

de la pasta base según declaraciones del ex presidente de Uruguay, José Mujica, abre horizontes que<br />

permiten aceptar la existencia de una cultura cannábica que busque el reconocimiento y la no<br />

discriminación. En este sentido, iniciativas como la Revista Cáñamo y la existencia de Ong’s o<br />

Fundaciones apelan al desarrollo de una nueva política de drogas 43 que reconozcan la existencia de<br />

consumidores de cannabis, no necesariamente enfermos, y que permitan el libre arbitrio de individuos<br />

adultos que decidan libremente consumir o no, permitiendo así superar visiones sesgadas respecto de<br />

este tipo de sujetos, tradicionalmente ligados a sectores marginales y pobres. En consecuencia, hay<br />

visiones fragmentadas sin diálogos, perdiendo de paso la posibilidad de hacerlo en pos de políticas<br />

públicas efectivas y democráticas.<br />

En efecto, el consumo de drogas, como cualquier problema social, es susceptible de diversas<br />

interpretaciones epistémicas debido a la complejidad y multifactorial. Verloo (2005: 20) señala que es<br />

necesario fijar un marco interpretativo de política (policyframe) como principio organizador que<br />

permita transformar la información fragmentada que generan los medios, en un problema político<br />

estructurado y significativo, en el que se incluya de manera implícita o explícita un análisis integral y<br />

soluciones contextualizadas. En este sentido, los marcos interpretativos (Bustelo y Lombardo, 2006: 5)<br />

no son meras descripciones de la realidad, sino construcciones o representaciones que le dan<br />

significado a dicha realidad y que secundariamente, organizan mediante los encuadres, la comprensión<br />

de ésta. En este caso, la cobertura y tratamiento informativo de la prensa, centra su interés en la<br />

denuncia sobre el consumo y adicción estigmatizando a los consumidores como agentes negativos para<br />

la convivencia social e incluso, también de aquellos que están en tratamiento médico y, por tanto, se<br />

ven obligados a ocultar su historia, su pasado, por temor al aislamiento social (Noelle-Neumann, 1995).<br />

A nuestro juicio, aún se mantiene la creencia de que la marihuana está asociada a conductas desviadas<br />

que decantan en delincuencia, y no se discute la relevancia que tiene el entorno social al reforzar<br />

conductas de consumo en los grupos sociales cercanos. De hecho, es preocupante que alcaldes<br />

propongan medidas populistas para casos de conductas desviadas como construir cárceles para niños y<br />

adolescentes (Francisco De la Maza, Alcalde de Providencia, 2015). Sin duda, estas actitudes tamizan<br />

un problema, pero no lo resuelven. Por tanto, se requiere un giro en el abordaje del tema para diseñar<br />

políticas educativas y atención preventiva a las personas afectadas de manera integral (OMS, 2004, p:<br />

5).<br />

43 Por ejemplo, el Transnational Institute, institución holandesa fundada por el ex Canciller chileno Orlando Letelier, con<br />

fuerte presencia en Latinoamérica, o la Red Chilena para la Reducción del Daño, ligada a la Iglesia Católica,<br />

específicamente a los Jesuitas.<br />

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