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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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unos indefinidos sentimientos de cuya existencia ora se duda, ora se<br />

cree, lo perturbaba, Hablo de Isaura Estudiosa, avanzó Marta como si<br />

estuviese empujándose a sí misma a un baño de agua fría, Qué,<br />

exclamó el padre, Pensé que si está interesado en ella, como a veces<br />

me parece, llegar diciéndole que está esperando un nieto podría,<br />

comprendo que es un escrúpulo absurdo, pero no pude evitarlo,<br />

Podría, qué, No sé, hacerle caer en la cuenta, quizá hacerle notar que,<br />

Que es imbécil y ridículo, Esas palabras son suyas, no mías, Dicho con<br />

otros términos, el vejestorio viudo que andaba por ahí exhibiéndose,<br />

echándole miradas tiernas a una mujer viuda como él, pero de las<br />

jóvenes, y de pronto aparece la hija del vejestorio dándole la noticia de<br />

que va a ser abuelo, que es como quien dice acaba con eso, tu tiempo<br />

ya no da para más, limítate a pasear al nietito y a alzar las manos al<br />

cielo por haber vivido tanto, Oh, padre, Será muy difícil que me<br />

convenzas de que no había algo parecido a esto tras la decisión de<br />

callarte lo que me deberías haber contado en seguida, Por lo menos,<br />

no tuve mala intención, Sólo faltaba que la tuvieses, Le pido perdón,<br />

murmuró Marta hundida, y el llanto regresó irreprimible. El padre le<br />

pasó despacio las manos por el pelo, dijo, Déjalo, el tiempo es un<br />

maestro de ceremonias que siempre acaba poniéndonos en el lugar<br />

que nos compete, vamos avanzando, parando y retrocediendo según<br />

sus órdenes, nuestro error es imaginar que podemos buscarle las<br />

vueltas. Marta tomó la mano que se retiraba, la besó, apretándola con<br />

fuerza contra los labios, Disculpe, disculpe, repetía, Cipriano Algor<br />

quiso consolarla, pero las palabras que le salieron, Déjalo, en el fondo<br />

nada tiene importancia, no fueron seguramente las más adecuadas<br />

para su propósito. Salió a la explanada confundido por el inevitable<br />

pensamiento de que había sido injusto con la hija, y, más todavía,<br />

consciente de que acababa de decir de sí mismo sólo lo que hasta hoy<br />

se había negado a admitir, que su tiempo de hombre llegaba a su fin,<br />

que durante estos días la mujer llamada Isaura Estudiosa no había sido<br />

sino una fantasía de su cabeza, un engaño voluntariamente aceptado,<br />

una última invención del espíritu para consuelo de la triste carne, un<br />

efecto abusivo de la desmayada luz crepuscular, un soplo efímero que<br />

pasa y no deja rastro, la gota minúscula de lluvia que cae y en breve<br />

se seca. El perro Encontrado notó que otra vez el dueño no estaba en<br />

el mejor de los ánimos, todavía ayer, cuando fue a buscarlo al horno,<br />

se extrañó de la expresión ausente de quien considera agradable<br />

pensar en cosas que cuesta entender. Le tocó la mano con la nariz fría<br />

y húmeda, alguien ya debería haber enseñado a este animal primitivo<br />

a levantar la pata delantera como acaban siempre haciendo con<br />

naturalidad los perros instruidos en preceptos sociales, además, no se<br />

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