Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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alcanza su copa, ni siquiera roza las hojas de las ramas más bajas,<br />
sólo una débil luminosidad va tapizando el suelo hasta casi tocar el<br />
grueso tronco del árbol. <strong>La</strong> vieja garita del perro está allí, vacía desde<br />
hace años, cuando su último habitante murió en brazos de Justa y ella<br />
le dijo al marido, No quiero nunca más un animal de éstos en mi casa.<br />
En la entrada oscura de la caseta se movió una cintilación y<br />
desapareció en seguida. Cipriano Algor quiso saber qué era aquello, se<br />
agachó para escrutar después de haber dado unos cuantos pasos<br />
adelante. <strong>La</strong> oscuridad dentro era total. Comprendió que estaba<br />
tapando con su cuerpo la luz del farol, y se desvió un poco hacia un<br />
lado. Eran dos las cintilaciones, dos ojos, un perro, O una ji<strong>net</strong>a, pero<br />
lo más probable es que sea un perro, pensó el alfarero, y debía de<br />
estar en lo cierto, de la especie lupina ya no queda memoria creíble<br />
por estos parajes, y los ojos de los gatos, sean ellos mansos o<br />
monteses, como cualquier persona tiene obligación de saber, son<br />
siempre ojos de gato, cuando mucho, y en el peor de los casos,<br />
podríamos confundirlos, en más pequeño, con los del tigre, pero está<br />
claro que un tigre adulto nunca podría meterse dentro de una caseta<br />
de este tamaño. Cipriano Algor no habló de gatos ni de tigres cuando<br />
entró en casa, tampoco pronunció palabra sobre su ida al cementerio,<br />
y, en cuanto al cántaro que le va a regalar a la mujer de luto, entiende<br />
que no es asunto para ser tratado en este momento, lo que le dijo a la<br />
hija fue sólo esto, Hay un perro ahí fuera, hizo una pausa, como si<br />
esperase respuesta, y añadió, Debajo del moral, en la caseta. Marta<br />
acababa de lavarse y cambiarse de ropa, estaba descansando un<br />
minuto, sentada, antes de comenzar a preparar la cena, por tanto no<br />
tenía la mejor de las disposiciones para preocuparse con los lugares<br />
por donde pasan o paran los perros huidos o abandonados en sus<br />
vagabundeos, Será mejor dejarlo, si no es animal al que le guste viajar<br />
de noche, mañana se irá, dijo, Tienes por ahí alguna cosa de comer<br />
que le pueda llevar, preguntó el padre, Unos restos del almuerzo, unos<br />
trozos de pan, agua no necesitará, ha caído mucha del cielo, Voy a<br />
llevárselo, Como quiera, padre, pero tenga en cuenta que nunca va a<br />
dejar la puerta, Supongo que sí, si yo estuviese en su lugar haría lo<br />
mismo. Marta echó las sobras de la comida en un plato viejo que tenía<br />
debajo del poyo, desmigó encima un trozo de pan duro y adobó todo<br />
con un poco de caldo, Aquí tiene, y vaya tomando nota de que esto es<br />
sólo el principio. Cipriano Algor tomó el plato y ya tenía un pie fuera de<br />
la cocina cuando la hija le preguntó, Se acuerda de que madre dijo<br />
cuando Constante murió que nunca más quería perros en casa, Me<br />
acuerdo, sí, pero apuesto a que si ella estuviese viva no sería tu padre<br />
quien estaría llevando este plato al tal perro que ella no quería,<br />
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