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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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alfarería, vería que las cosas tampoco allí estaban ocurriendo bien.<br />

Cipriano Algor presumió ante Marcial de haber inventado unos cuantos<br />

trucos para aligerar la obra, lo que, desde un punto de vista, por<br />

decirlo así, global, era verdad, pero la rapidez no tardó en mostrarse<br />

incompatible con la perfección, de lo que resultó un número de figuras<br />

defectuosas mucho mayor que el verificado en la primera serie.<br />

Cuando Marta volvió a su trabajo ya los primeros estropeados estaban<br />

instalados en la estantería, pero Cipriano Algor, hechas las cuentas<br />

entre el tiempo que ganaba y los muñecos que perdía, decidió no<br />

renunciar a sus fecundos aunque no irreprensibles ni nunca explicados<br />

trucos. Y así fueron pasando los días. A los esquimales siguieron los<br />

payasos, después salieron las enfermeras, y pronto los mandarines, y<br />

los asirios de barbas, y finalmente los bufones, que eran los que<br />

estaban junto a la pared del fondo. Marta bajó en el segundo día al<br />

pueblo a comprar dos docenas de hojas de lija. Era en este<br />

establecimiento donde Isaura había comenzado a trabajar, como Marta<br />

sabía desde que la visitó tras el perturbador encuentro,<br />

emocionalmente hablando, se entiende, que la vecina tuviera con el<br />

padre. Estas mujeres no se ven mucho, pero tienen motivos de sobra<br />

para que se conviertan en grandes amigas. Con discreción, de modo<br />

que las palabras no llegasen a los oídos del dueño de la tienda, Marta<br />

le preguntó a Isaura si se sentía bien en ese trabajo y ella respondió<br />

que sí, que se sentía bien, Una se habitúa, dijo. Hablaba sin alegría,<br />

pero con firmeza, como si quisiese dejar claro que el gusto nada tenía<br />

que ver con la cuestión, que fue la voluntad, y sólo ella, la que pesó en<br />

su decisión de aceptar el empleo. Marta recordaba palabras oídas<br />

tiempo atrás, Cualquier trabajo mientras pueda seguir viviendo aquí.<br />

<strong>La</strong> pregunta que Isaura hizo después, a la vez que enrollaba las hojas<br />

de lija, blandamente como es aconsejable, la entendió Marta como un<br />

eco, distorsionado pero aun así reconocible, de aquellas palabras, Y<br />

por su casa, cómo están todos, Cansados, con mucho trabajo, pero en<br />

general bien, Marcial, pobrecillo, tuvo que trabajar en el horno su día<br />

de descanso, supongo que todavía andará con los riñones arrasados.<br />

<strong>La</strong>s hojas de lija estaban enrolladas. En tanto que recibía el dinero y le<br />

daba la vuelta, Isaura, sin levantar los ojos, preguntó, Y su padre.<br />

Marta sólo consiguió responder que el padre estaba bien, un<br />

pensamiento angustioso le atravesó de súbito el cerebro, Qué va a<br />

hacer esta mujer con su vida cuando nos vayamos. Isaura se<br />

despedía, tenía que atender a otro cliente, Dé recuerdos, dijo, si en<br />

aquel momento Marta le hubiese preguntado, Qué va a hacer con su<br />

vida cuando nos vayamos, tal vez respondiese como hace poco,<br />

sosegadamente, Una se habitúa. Sí, oímos decir muchas veces, o lo<br />

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