Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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Cipriano Algor soñó que estaba dentro de su nuevo horno. Se sentía<br />
feliz por haber podido convencer a la hija y al yerno de que el<br />
repentino crecimiento de la actividad de la alfarería exigía cambios<br />
radicales en los procesos de elaboración y una rápida actualización de<br />
los medios y estructuras de fabricación, comenzando por la urgente<br />
sustitución del viejo horno, remanente arcaico de una vida artesanal<br />
que ni siquiera como ruina de museo al aire libre merecería ser<br />
conservado. Dejémonos de nostalgias que sólo perjudican y atrasan,<br />
dijo Cipriano con inusitada vehemencia, el progreso avanza imparable,<br />
es necesario que nos decidamos a acompañarlo, ay de aquellos que,<br />
con miedo a posibles aflicciones futuras, se queden sentados a la vera<br />
del camino llorando un pasado que ni siquiera fue mejor que el<br />
presente. De tan redonda, perfecta y acabada que salió, la frase redujo<br />
a los reluctantes jóvenes. En todo caso, hay que reconocer que las<br />
diferencias tecnológicas entre el horno nuevo y el horno viejo no eran<br />
nada del otro mundo, lo que el primero tenía de anticuado, de<br />
moderno lo tiene ahora el segundo, la única modificación que saltaba<br />
realmente a la vista consistía en el tamaño de la obra, en su capacidad<br />
dos veces mayor, siendo también cierto, aunque no se notase tanto,<br />
que eran diferentes, e incluso algo anormales, las relaciones de<br />
proporción que la altura, el fondo y el ancho del respectivo vano<br />
interno establecían entre sí. Puesto que se trata de un sueño, no hay<br />
que extrañarse de este último punto. Extraña, sí, por muchas<br />
libertades y exageraciones que la lógica onírica autorice al soñador, es<br />
la presencia de un banco de piedra ahí dentro, un banco exactamente<br />
igual que el de las meditaciones, y del que Cipriano Algor sólo puede<br />
ver la parte de atrás del respaldo, porque, insólitamente, este banco<br />
está vuelto hacia la pared del fondo, a sólo cinco palmos de ella.<br />
Deben de haberlo puesto aquí los albañiles para descansar a la hora<br />
del almuerzo, después se olvidaron de llevárselo, pensó Cipriano Algor,<br />
pero sabía que no podía ser cierto, a los albañiles, y este dato es<br />
rigurosamente histórico, siempre les ha gustado comer al aire libre,<br />
hasta cuando tuvieran que trabajar en el desierto, con más razón en<br />
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