Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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ombillas dispuestas a todo lo largo. Iluminaban una rampa de tierra<br />
que formaba al fondo un rellano desde donde nacía otro declive. Tan<br />
espeso, tan denso era el silencio que Cipriano Algor podía oír el batir<br />
de su propio corazón. Vamos allá, pensó, Marcial se va a llevar el<br />
mayor susto de su vida. Comenzó a bajar la rampa, llegó al rellano,<br />
bajó la rampa siguiente, un rellano más, ahí paró. Ante él, dos focos<br />
colocados a un extremo y a otro, de manera que la luz no diera de<br />
lleno en el interior, mostraban la forma oblonga de la entrada de una<br />
gruta. En un terraplén a la derecha había dos pequeñas excavadoras.<br />
Marcial estaba sentado en un escabel, a su lado una mesa y sobre ella<br />
una linterna. Todavía no había visto al suegro. Cipriano Algor salió de<br />
la media penumbra del último rellano y dijo en voz alta, No te asustes,<br />
soy yo. Marcial se levantó precipitadamente, quiso hablar pero la<br />
garganta no dio paso a las palabras, no era para menos, que tire la<br />
primera piedra quien crea que diría con toda la calma del mundo, Hola,<br />
usted por aquí. Sólo cuando el suegro se encontraba ante él, Marcial,<br />
aunque costándole, consiguió articular, Qué hace aquí, cómo se le ha<br />
ocurrido la estúpida idea de venir, sin embargo, al contrario de lo que<br />
mandaría la lógica, no había enfado en la voz, lo que se notaba, aparte<br />
del alivio natural de quien finalmente no está siendo amenazado por<br />
una aparición nefasta, era una especie de satisfacción vergonzosa,<br />
algo así como un emocionado sentimiento de gratitud que tal vez algún<br />
día acabe confesándose. Qué hace aquí, repitió, Vine a ver, dijo<br />
Cipriano Algor, Y no se le ha ocurrido pensar en los problemas que me<br />
caerán encima si se llega a saber, no piensa que esto puede costarme<br />
el empleo, Dirás que tu suegro es un redomado idiota, un<br />
irresponsable que debería estar internado en un manicomio, enfundado<br />
en una camisa de fuerza, Ganaría mucho con esas explicaciones, no<br />
hay duda. Cipriano Algor volvió los ojos hacia la cavidad y preguntó,<br />
Viste lo que hay ahí dentro, Lo he visto, respondió Marcial, Qué es,<br />
Compruébelo usted mismo, aquí tiene una linterna, si quiere, Vienes<br />
conmigo, No, yo también he ido solo, Hay algún camino trazado, algún<br />
paso, No, tiene que ir siempre por la izquierda y no perder el contacto<br />
con la pared, al fondo encontrará lo que busca. Cipriano Algor<br />
encendió la linterna y entró.<br />
Me olvidé de cerrar los ojos, pensó. <strong>La</strong> luz indirecta de los focos<br />
todavía permitía ver unos tres o cuatro metros de suelo, el resto era<br />
negro como el interior de un cuerpo. Había un declive no muy<br />
pronunciado, pero irregular. Cautelosamente, rozando la pared con la<br />
mano izquierda, Cipriano Algor comenzó a bajar. A cierta altura le<br />
pareció que a su derecha había algo que podría ser una plataforma y<br />
un muro. Se dijo a sí mismo que cuando volviera averiguaría de qué se<br />
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