13.05.2013 Views

Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

que en el cerebro pueda ser percibido como conocimiento infuso,<br />

mágico o sobrenatural, signifique lo que signifique sobrenatural,<br />

mágico e infuso, son los dedos y sus pequeños cerebros quienes lo<br />

enseñan. Para que el cerebro de la cabeza supiese lo que era la piedra,<br />

fue necesario que los dedos la tocaran, sintiesen su aspereza, el peso y<br />

la densidad, fue necesario que se hiriesen en ella. Sólo mucho tiempo<br />

después el cerebro comprendió que de aquel pedazo de roca se podría<br />

hacer una cosa a la que llamaría puñal y una cosa a la que llamaría<br />

ídolo. El cerebro de la cabeza anduvo toda la vida retrasado con<br />

relación a las manos, e incluso en estos tiempos, cuando parece que se<br />

ha adelantado, todavía son los dedos quienes tienen que explicar las<br />

investigaciones del tacto, el estremecimiento de la epidermis al tocar<br />

el barro, la dilaceración aguda del cincel, la mordedura del ácido en la<br />

chapa, la vibración sutil de una hoja de papel extendida, la orografía<br />

de las texturas, el entramado de las fibras, el abecedario en relieve del<br />

mundo. Y los colores. Manda la verdad que se diga que el cerebro es<br />

mucho menos entendido en colores de lo que cree. Es cierto que<br />

consigue ver más o menos claramente lo que los ojos le muestran,<br />

pero la mayoría de las veces sufre lo que podríamos designar como<br />

problemas de orientación cuando llega la hora de convertir en<br />

conocimiento lo que ha visto. Gracias a la inconsciente seguridad con<br />

que el transcurso de la vida le ha dotado, pronuncia sin dudar los<br />

nombres de los colores a los que llama elementales y<br />

complementarios, pero inmediatamente se pierde perplejo, dubitativo,<br />

cuando intenta formar palabras que puedan servir de rótulos o dísticos<br />

explicativos de algo que toca lo inefable, de algo que roza lo indecible,<br />

ese color todavía no nacido del todo que, con el asentimiento, la<br />

complicidad, y a veces la sorpresa de los propios ojos, las manos y los<br />

dedos van creando y que probablemente nunca llegará a recibir su<br />

justo nombre. O tal vez ya lo tenga, pero sólo las manos lo conocen,<br />

porque compusieron la tinta como si estuvieran descomponiendo las<br />

partes constituyentes de una nota de música, porque se ensuciaron en<br />

su color y guardaron la mancha en el interior profundo de la dermis,<br />

porque sólo con ese saber invisible de los dedos se podrá alguna vez<br />

pintar la infinita tela de los sueños. Fiado en lo que los ojos creen<br />

haber visto, el cerebro de la cabeza afirma que, según la luz y las<br />

sombras, el viento y la calma, la humedad y la secura, la playa es<br />

blanca, o amarilla, o dorada, o gris, o violácea, o cualquier cosa entre<br />

esto y aquello, pero después vienen los dedos y, con un movimiento de<br />

recogida, como si estuviesen segando la cosecha, levantan del suelo<br />

todos los colores que hay en el mundo. Lo que parecía único era plural,<br />

lo que es plural lo será aún más. No es menos verdad, con todo, que<br />

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!