Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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preguntó Marta, me autorizan los señores a tener una idea, Ya la has<br />
tenido, reventarías si no la echaras afuera, rezongó el padre, Cuál es,<br />
preguntó Marcial, Esta mañana la pasta descansa, vamos a poner todo<br />
esto en condiciones decentes, y como mi querido padre no quiere que<br />
me canse trabajando, daré las órdenes. Cipriano Algor y Marcial se<br />
miraron el uno al otro, a ver quién hablaría primero, y como ni uno ni<br />
otro se decidía a tomar la palabra, acabaron diciendo a coro, De<br />
acuerdo. Antes de la hora en que Marcial y Marta salieran para el<br />
almuerzo, la alfarería y todo lo que en ella se contiene estaba tan<br />
limpio y aseado cuanto se podría esperar de un lugar de trabajo donde<br />
la lama es la materia prima del producto fabricado. En verdad, si<br />
juntamos y mezclamos agua y barro, o agua y yeso, o agua y<br />
cemento, podremos dar las vueltas que queramos a la imaginación<br />
para inventarles un nombre menos grosero, menos prosaico, menos<br />
ordinario, pero siempre, más pronto o más tarde acabaremos llegando<br />
a la palabra justa, la palabra que dice lo que hay que decir, lama.<br />
Muchos dioses, de los más conocidos, no quisieron otro material para<br />
sus creaciones, pero es dudoso si esa preferencia representa hoy para<br />
la lama un punto a favor o un punto en contra.<br />
Marta dejó preparado el almuerzo del padre, Es sólo calentarlo, dijo al<br />
salir con Marcial. El ruido débil del motor de la furgo<strong>net</strong>a disminuyó y<br />
se desvaneció rápidamente, el silencio se adueñó de la casa y de la<br />
alfarería, durante un poco más de una hora Cipriano Algor estará solo.<br />
Aliviado de la situación nerviosa de los últimos tiempos, no tardó<br />
mucho en notar que el estómago comenzaba a darle señales de<br />
insatisfacción. Llevó primero la comida a Encontrado, después entró en<br />
la cocina, destapó la cacerola y olió. Olía bien y aún estaba caliente.<br />
No había ninguna razón para esperar. Cuando acabó de comer, ya<br />
sentado en su sillón de reposo, se sintió en paz. Es de sobra conocido<br />
que el gozo del espíritu no es del todo insensible a una alimentación<br />
suficiente del cuerpo, sin embargo, si en este momento Cipriano Algor<br />
se sentía en paz, si experimentaba una especie de transporte casi<br />
jubiloso en todo su ser, no se debía sólo al hecho material de haber<br />
comido. Por orden, contribuyeron también para ese venturoso estado<br />
de ánimo su innegable avance en el dominio de las técnicas de<br />
modelado, la esperanza de que a partir de ahora se acaben los<br />
problemas o pasen a mostrarse menos intratables, el excelente<br />
entendimiento de Marta y Marcial, que, como suele decirse, entra por<br />
los ojos de cualquiera, y, finalmente, pero no de menor importancia, la<br />
limpieza a fondo de la alfarería. Los párpados de Cipriano Algor<br />
cayeron despacio, se levantaron todavía una vez, después otra con<br />
mayor esfuerzo, la tercera no pasó de una tentativa enteramente<br />
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