Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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esidente, Todavía acabamos los tres en un cartel de ésos, pensó,<br />
como pareja joven tendrían a Marta y al marido, el abuelo sería yo si<br />
fuesen capaces de convencerme, abuela no hay, murió hace tres años,<br />
por ahora faltan los nietos, pero en su lugar podríamos poner a<br />
Encontrado en la fotografía, un perro siempre queda bien en los<br />
anuncios de familias felices, por muy extraño que parezca, tratándose<br />
de un irracional, confiere un toque sutil, aunque fácilmente<br />
reconocible, de superior humanidad. Cipriano Algor giró la furgo<strong>net</strong>a<br />
hacia la calle de la derecha, paralela al Centro, mientras iba pensando<br />
que no, que no podría ser, que en el Centro no aceptan perros ni<br />
gatos, quizá pájaros enjaulados, periquitos, canarios, jilgueros, picos<br />
de coral, y sin duda peces de acuario, sobre todo si son tropicales, de<br />
esos que tienen muchas aletas, gatos no, y perros todavía menos, era<br />
lo que nos faltaba, abandonar otra vez a Encontrado, con una vez es<br />
suficiente, en este momento se entrometió en el pensamiento de<br />
Cipriano Algor la imagen de Isaura Estudiosa junto al muro del<br />
cementerio, después con el cántaro apretado contra el pecho, después<br />
diciendo adiós desde la puerta, pero así como apareció tuvo que<br />
desaparecer, ya ve enfrente la entrada del piso subterráneo donde se<br />
dejan las mercancías y donde el jefe del departamento de compras<br />
comprueba los albaranes y las facturas y decide acerca de lo que entra<br />
y no entra.<br />
Aparte del camión que estaba siendo descargado, sólo había otros dos<br />
a la espera de turno. El alfarero calculó que, en buena lógica,<br />
considerando que no venía para entregar mercancías, estaba exento<br />
de ocupar un lugar en la fila de camiones. El asunto que traía era de la<br />
competencia exclusiva del jefe del departamento, no para ser<br />
negociado co n empleados subalternos y en principio reticentes, luego<br />
sólo tendría que presentarse en el mostrador y anunciar a lo que<br />
venía. Estacionó la furgo<strong>net</strong>a, tomó los papeles y, con un paso que<br />
parecía firme pero en el que un observador atento reconocería los<br />
efectos de los temblores de las piernas en el equilibrio del cuerpo,<br />
cruzó el pavimento salpicado de antiguas y recientes manchas de<br />
aceite hasta el mostrador de atención, saludó a quien atendía con<br />
educadas buenas tardes y solicitó hablar con el jefe del departamento.<br />
El empleado llevó el requerimiento verbal, volvió en seguida, Ya viene,<br />
dijo. Tuvieron que pasar diez minutos antes de que apareciese<br />
finalmente, no el jefe requerido, sino uno de los subjefes. A Cipriano<br />
Algor no le satisfizo tener que contar su historia a alguien que, por lo<br />
general, no tiene otra utilidad en el organigrama y en la práctica que<br />
servir de parapeto a quien jerárquicamente esté por encima. Le salvó<br />
que a la mitad de la explicación el propio subjefe comprendiera que<br />
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