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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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añadamos como anticipación de lo que ha de venir más tarde, bendito<br />

el encuentro ocurrido en aquella tarde húmeda y morriñosa, toda ella<br />

chorreando agua, toda ella incomodidad en lo material y en lo<br />

espiritual, cuando bien sabemos que, salvo las excepciones resultantes<br />

de una pérdida reciente, no es ése un estado del tiempo que incline a<br />

los apesadumbrados a ir hasta el cementerio para llorar a sus difuntos.<br />

No hay duda, el perro Encontrado tiene todo a su favor, podrá<br />

quedarse donde quiera todo el tiempo que le apetezca. Y hay todavía<br />

un otro motivo que redobla el alivio y la satisfacción de Cipriano Algor,<br />

que es no tener ya que llamar a la puerta de la casa de los padres de<br />

Marcial, vecinos también de la población y con quienes no tiene las<br />

mejores relaciones, que forzosamente irían a peor si pasase delante de<br />

su puerta sin hacerles caso. Además está convencido de que<br />

Encontrado no les pertenece, las simpatías de los Gachos en<br />

cuestiones caninas, desde que los conoce, siempre se inclinaron por los<br />

molosos y otros perros de ese orden. Nos ha ido bien la mañana, dijo<br />

Cipriano Algor al perro.<br />

Pocos minutos después estaban en casa. Estacionada la furgo<strong>net</strong>a,<br />

Encontrado miró fijamente al dueño, se dio cuenta de que por ahora<br />

estaba dispensado de sus obligaciones de navegante y se apartó, no<br />

en dirección a la caseta, sino con el aire inconfundible de quien acaba<br />

de decidir que ha llegado el momento del reconocimiento de los sitios.<br />

Le pongo una correa, se preguntó inquieto el alfarero, y después, al<br />

observar las maniobras del perro, que olisqueaba y marcaba el<br />

territorio con orina, ora aquí, ora allá, No, no creo que sea necesario<br />

tenerlo atado, si quisiera ya habría huido. Entró en casa y oyó la voz<br />

de la hija que hablaba por teléfono, Espera, espera, padre acaba de<br />

llegar. Cipriano Algor tomó el auricular y, sin preámbulos, preguntó,<br />

Hay alguna novedad. Al otro lado de la línea, tras un instante de<br />

silencio, Marcial Gacho procedió como quien considera que ésta no es<br />

la manera más adecuada de iniciar una conversación entre dos<br />

personas, suegro y yerno, que llevan una semana de las antiguas sin<br />

tener noticias uno del otro, por eso dio tranquilamente los buenos días,<br />

preguntó qué tal le ha ido, padre, a lo que Cipriano Algor respondió<br />

con otros buenos días, más secos, y, sin pausa u otra especie de<br />

transición, He estado esperando, una semana entera esperando, me<br />

gustaría saber qué sentirías tú si estuvieses en mi lugar, Perdone, sólo<br />

esta mañana he conseguido hablar con el jefe del departamento,<br />

explicó Marcial desistiendo de hacerle notar al suegro, incluso de modo<br />

indirecto, la inmerecida brusquedad con que lo estaba tratando, Y qué<br />

te ha dicho él, Que todavía no han decidido, pero que su caso no es el<br />

único, mercancías que interesaban y dejan de interesar es una rutina<br />

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