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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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intelectual y artística salvo las necesarias para el ejercicio de su<br />

profesión, con una edad ya más que madura, se crió en un tiempo en<br />

que lo corriente era que las personas tuvieran que refrenar, cada una<br />

en sí misma y todas en toda la gente, las expresiones del sentimiento<br />

y las ansiedades del cuerpo, y si es cierto que no serían muchos los<br />

que en su medio social y cultural podrían echarle un pulso en<br />

cuestiones de sensibilidad y de inteligencia, oír decir así de sopetón de<br />

boca de una mujer con quien nunca yaciera en intimidad, que durmió,<br />

ella, en la cama de él, por muy enérgicamente que estuviera andando<br />

hacia la casa donde el equívoco caso se produjo, forzosamente tendría<br />

que suspender el paso, mirar con pasmo a la osada criatura, los<br />

hombres, confesémoslo de una vez, nunca acabarán de entender a las<br />

mujeres, felizmente éste consiguió, sin saber cómo, descubrir en<br />

medio de su confusión las palabras exactas que la ocasión pedía,<br />

Nunca más dormirás en otra. Realmente, esta frase tenía que ser así,<br />

se perdería todo el efecto si hubiese dicho, por ejemplo, como quien<br />

pone su firma en un pacto de conveniencia, Bueno, puesto que tú<br />

dormiste en mi cama, iré yo a dormir a la tuya. Se habían abrazado<br />

nuevamente Isaura y Cipriano Algor después de que él dijera, no<br />

cuesta nada imaginar con qué entusiasmo lo hacía, pero tuvo un súbito<br />

sobresalto del que los sentimientos de la pasión, al parecer, no<br />

participaban, Olvidé sacar la maleta del coche, fue esto lo que dijo. Sin<br />

prever todavía las consecuencias del prosaico acto, con Encontrado<br />

dando saltos tras él, abrió la puerta de la furgo<strong>net</strong>a y sacó la maleta.<br />

Tuvo la primera intuición de lo que sucedería cuando entró en la<br />

cocina, la segunda cuando entró en el dormitorio, aunque la certeza<br />

cierta sólo la tuvo cuando Isaura, con una voz que se esforzaba en no<br />

temblar, le preguntó, Has venido para quedarte. <strong>La</strong> maleta estaba en<br />

el suelo, a la espera de que alguien la abriese, esa operación, si bien<br />

que necesaria, podía aguardar para más tarde. Cipriano Algor cerró la<br />

puerta. Hay momentos así en la vida, para que el cielo se abra es<br />

necesario que una puerta se cierre. Media hora después, ya en paz,<br />

como una playa de donde se va retirando la marea, Cipriano Algor<br />

contó lo que había pasado en el Centro, el descubrimiento de la gruta,<br />

la imposición del secreto, la vigilancia, el descenso a la excavación, la<br />

tiniebla de dentro, el miedo, los muertos atados al banco de piedra, las<br />

cenizas de la hoguera. Al principio, cuando vio que la furgo<strong>net</strong>a subía<br />

la ladera, Isaura pensó que Cipriano Algor volvía a casa por no haber<br />

podido aguantar más la separación y la ausencia, y esa idea, como es<br />

de suponer, halagó su ansioso corazón de amante, pero ahora, con la<br />

cabeza descansando en lo cóncavo del hombro de él, sintiendo su<br />

mano en la cintura, las dos razones le parecen igualmente justas, y,<br />

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