Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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ésa, lo que sucede es que Cipriano Algor está contento, dentro de tres<br />
minutos verá a Isaura y tendrá a Encontrado en los brazos, si no es<br />
precisamente al contrario el acontecimiento, es decir, Isaura en los<br />
brazos y Encontrado dando saltos, esperando que le presten atención.<br />
<strong>La</strong> plaza se quedó atrás, de repente, sin avisar, se le encogió el<br />
corazón a Cipriano Algor, él sabe de la vida, ambos lo saben, que<br />
ninguna dulzura de hoy será capaz de aminorar el amargor de<br />
mañana, que el agua de esta fuente no podrá matarte la sed en aquel<br />
desierto, No tengo trabajo, no tengo trabajo, murmuró, y ésa era la<br />
respuesta que debería haber dado, sin más adornos ni subterfugios,<br />
cuando Marta le preguntó de qué iba a vivir, No tengo trabajo. En esta<br />
misma entrada, en este mismo lugar, como en el día que venía del<br />
Centro con la noticia de que no le compraban más loza, Cipriano Algor<br />
disminuyó la velocidad de la furgo<strong>net</strong>a. No quería llegar, quería haber<br />
llegado, y entre una cosa y otra ahí está la esquina de la calle donde<br />
vive Isaura Madruga, la casa es aquélla, de súbito la furgo<strong>net</strong>a tuvo<br />
mucha prisa, de súbito frenó, de súbito saltó de ella Cipriano Algor, de<br />
súbito subió los escalones, de súbito tocó el timbre. Llamó una vez,<br />
dos, tres veces. Nadie apareció para abrir la puerta, nadie dio señal<br />
desde dentro, no vino Isaura, no ladró Encontrado, el desierto que era<br />
para mañana se había adelantado a hoy. Y deberían estar aquí los dos,<br />
hoy es domingo, no se trabaja, pensó. Desconcertado regresó a la<br />
furgo<strong>net</strong>a, cruzó los brazos sobre el volante, lo normal sería<br />
preguntarle a los vecinos, pero nunca le había gustado dar a saber de<br />
su vida, verdaderamente, cuando estamos preguntando por alguien<br />
estamos diciendo sobre nosotros mucho más de lo que se podría<br />
imaginar, lo que nos salva es que las personas preguntadas, en su<br />
mayoría, no tienen el oído preparado para comprender lo que se oculta<br />
tras palabras tan aparentemente inocentes como éstas, Por casualidad<br />
ha visto a Isaura Madruga. Dos minutos después reconocía que,<br />
pensándolo bien, tan sospechoso debería ser estar parado esperando<br />
frente a la casa como ir, con ademán de falsa naturalidad, a<br />
preguntarle al primer vecino si, por casualidad, se había fijado en la<br />
salida de Isaura. Voy a buscar por ahí, pensó, puede ser que los<br />
encuentre. <strong>La</strong> vuelta por la aldea resultó inútil, Isaura y Encontrado<br />
parecían borrados de la faz de la tierra. Cipriano Algor decidió irse a<br />
casa, volvería a intentarlo al final de la tarde, Salieron a algún sitio,<br />
pensó. El motor de la furgo<strong>net</strong>a cantó la canción del regreso al hogar,<br />
el conductor ya veía las ramas más altas del moral, y de repente,<br />
como un relámpago negro, Encontrado vino desde arriba, ladrando,<br />
corriendo ladera abajo como si hubiese enloquecido, el corazón de<br />
Cipriano Algor estuvo a una pulsación del desfallecimiento, y no por<br />
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