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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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quedaba de la realidad del mundo en que aprendió y se habituó a vivir,<br />

que a partir de hoy todo sería poco más que apariencia, ilusión,<br />

ausencia de sentido, interrogaciones sin repuesta. Dan ganas de<br />

estrellar la furgo<strong>net</strong>a contra un muro, pensó. Se preguntó por qué no<br />

lo hacía y por qué nunca, probablemente, lo llegaría a hacer, después<br />

se puso a enumerar sus razones. Pese a que ésta se encuentra<br />

dislocada en el contexto del análisis, por lo menos en principio, las<br />

personas se suicidan precisamente porque tienen vida, la primera de<br />

las razones fuertes de Cipriano Algor para no hacerlo era el hecho de<br />

estar vivo, luego en seguida apareció su hija Marta, y tan junta, tan<br />

ceñida a la vida del padre, que fue como si hubiese entrado al mismo<br />

tiempo, después vino la alfarería, el horno, y también el yerno Marcial,<br />

claro, que es tan buen mozo y quiere tanto a Marta, y Encontrado,<br />

aunque a mucha gente le parezca escandaloso decirlo y objetivamente<br />

no se pueda explicar, hasta un perro es capaz de agarrar a una<br />

persona a la vida, y más, y más, y más qué, Cipriano Algor no<br />

encontraba ningunas otras razones, sin embargo tenía la impresión de<br />

que todavía le estaba faltando una, qué será, qué no será, de súbito,<br />

sin avisar, la memoria le lanzó a la cara el nombre y el rostro de la<br />

mujer fallecida, el nombre y el rostro de Justa Isasca, por qué, si<br />

Cipriano Algor lo que estaba buscando eran razones para no estrellar<br />

la furgo<strong>net</strong>a contra un muro y si ya las había encontrado en número y<br />

sustancia suficientes, a saber, él mismo, Marta, la alfarería, el horno,<br />

Marcial, el perro Encontrado y además el moral, por olvido no<br />

mencionado antes, era absurdo que la última, esa inesperada razón de<br />

cuya existencia inquietamente se había apercibido como una sombra o<br />

una provocación, fuese alguien que ya no pertenecía a este mundo, es<br />

verdad que no se trata de una persona cualquiera, es la mujer con<br />

quien estuvo casado, la compañera de trabajo, la madre de su hija,<br />

pero, aun así, por mucho talento dialéctico que se ponga en la olla,<br />

será difícil de sustentar que el recuerdo de un muerto pueda ser razón<br />

para que un vivo decida seguir vivo. Un amante de proverbios,<br />

adagios, anejires y otras máximas populares, de esos ya raros<br />

excéntricos que imaginan saber más de lo que les enseñan, diría que<br />

aquí hay gato encerrado con el rabo fuera. Con disculpa de lo<br />

inconveniente e irrespetuoso de la comparación, diremos que la cola<br />

del felino, en el caso a examen, es la fallecida Justa, y que para<br />

encontrar lo que falta del gato no sería necesario más que doblar la<br />

esquina. Cipriano Algor no lo hará. No obstante, cuando llegue al<br />

pueblo, dejará la furgo<strong>net</strong>a ante la puerta del cementerio donde no ha<br />

vuelto a entrar desde aquel día, y se dirigirá a la sepultura de la mujer.<br />

Estará allí unos minutos pensando, tal vez para agradecer, tal vez<br />

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