Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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otra, Los cascotes no son tantos, mujer, en poco tiempo los cubrirán<br />
los zarzales, nadie lo va a notar, Lo ha dejado allí todo, Sí, lo he<br />
dejado, Al menos están cerca del pueblo, algún día uno de los<br />
muchachos de aquí, si es que todavía frecuentan la cueva ideal,<br />
aparece en casa con un plato agrietado, le preguntan dónde lo ha<br />
encontrado y va toda la gente corriendo a buscar lo que ahora no<br />
quiere, Estamos hechos así, no me extrañaría. Cipriano Algor acabó la<br />
taza de café que la hija le había puesto delante al llegar y preguntó,<br />
Dio señal de vida el carpintero, No, Tengo que ir a insistirle, Creo que<br />
sí, que es lo mejor. El alfarero se levantó, Me voy a lavar, dijo, dio dos<br />
pasos, y luego se detuvo, Qué es esto, preguntó, Esto, qué, Esto,<br />
señalaba un plato cubierto con una servilleta bordada, Es un bizcocho,<br />
Hiciste un bizcocho, No lo hice yo, lo trajeron, es un regalo, De quién,<br />
Adivínelo, No estoy de humor para adivinanzas, Mire que ésta es de las<br />
fáciles. Cipriano Algor se encogió de hombros como demostrando que<br />
se desentendía del asunto, dijo otra vez que se iba a lavar, pero no se<br />
resolvió, no dio el paso que le haría salir de la cocina, en su cabeza se<br />
trababa un debate entre dos alfareros, uno que argumentaba que es<br />
nuestra obligación comportarnos con naturalidad en todas las<br />
circunstancias de la vida, que si alguien es amable hasta el punto de<br />
traernos a casa un bizcocho cubierto por una servilleta bordada, lo<br />
apropiado y normal es preguntar a quién se debe la inesperada<br />
generosidad, y, si en respuesta nos proponen que adivinemos, más<br />
que sospechoso será fingir que no oímos, estos pequeños juegos de<br />
familia y de sociedad no tienen mayor importancia, nadie se va a<br />
poner a sacar conclusiones precipitadas por el hecho de que hayamos<br />
acertado, sobre todo porque las personas que creen tener motivos<br />
para complacernos con un bizcocho nunca podrán ser muchas, a veces<br />
sólo una, esto era lo que decía uno de los alfareros, pero el otro<br />
respondía que no estaba dispuesto a desempeñar el papel de cómplice<br />
en falsas adivinaciones de circo, que tener la certeza de conocer el<br />
nombre de la persona que había traído el bizcocho era precisamente la<br />
razón por la que no lo diría, y también que, por lo menos en algunos<br />
casos, lo peor de las conclusiones no es tanto que sean en ocasiones<br />
precipitadas, sino que sean, simplemente, conclusiones. Entonces, no<br />
lo quiere adivinar, insistió Marta, sonriendo, y Cipriano Algor, un poco<br />
enfadado con la hija y mucho consigo mismo, pero consciente de que<br />
la única manera de escapar del agujero donde se había metido con su<br />
propio pie sería reconocer el fracaso y dar marcha atrás, dijo, brusco,<br />
y envolviéndolo en palabras, un nombre, Fue la viuda, la vecina,<br />
Isaura Estudiosa, para agradecer el cántaro. Marta negó con un<br />
movimiento lento de cabeza, No se llama Isaura Estudiosa, corrigió, su<br />
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