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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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después llega un día que sólo trae noticias buenas. Si estuviese<br />

Cipriano Algor apenas un pelín más interesado en lo que se decía, si no<br />

lo distrajese la alegría del trabajo ahora garantizado, ciertamente no<br />

dejaría de querer saber de qué otra u otras buenas noticias había sido<br />

este día portador. Por otra parte, el pacto de silencio hace pocas horas<br />

acordado entre los prometidos padres casi se rompe allí, de eso se dio<br />

cuenta Marta al mover los labios como para decir, Padre, me parece<br />

que estoy embarazada, sin embargo consiguió retener las palabras. No<br />

lo percibieron Marcial, firme en el compromiso asumido, ni Cipriano,<br />

inocente de cualquier sospecha. Es verdad que una tal revelación sólo<br />

podría ser obra de quien, además de saber leer los labios, habilidad<br />

relativamente común, fuese también capaz de prever lo que ellos van<br />

a pronunciar cuando la boca apenas comienza a entreabrirse. Tan raro<br />

es este mágico don como aquel otro, en otro lugar hablado, de ver el<br />

interior de los cuerpos a través del saco de piel que los envuelve. Pese<br />

a la seductora profundidad de ambos temas, propicia a las más<br />

suculentas reflexiones, tenemos que abandonarlos inmediatamente<br />

para prestar atención a lo que Marta acaba de decir, Padre, haga las<br />

cuentas, seis veces doscientos son mil doscientos, vamos a tener que<br />

entregar mil doscientas figuras, es mucho trabajo para dos personas y<br />

poquísimo tiempo para hacerlo. Lo exagerado del número empalideció<br />

la otra buena noticia del día, la probabilidad de un hijo de Marcial y<br />

Marta, tenida por cierta, perdió de súbito fuerza, volvió a ser la simple<br />

posibilidad de todos los días, el efecto ocasional o intencionado de<br />

haberse reunido sexualmente, por vías que llamamos naturales y sin<br />

tomar precauciones, un hombre y una mujer. Dijo el guarda interno<br />

Marcial Gacho, medio serio medio jocoso, Presiento que a partir de<br />

ahora desapareceré del paisaje, espero que al menos no se olviden de<br />

que existo, Nunca exististe tanto, respondió Marta, y Cipriano Algor<br />

dejó durante un momento de pensar en los mil doscientos muñecos<br />

para preguntarse a sí mismo qué estaría queriendo ella decir.<br />

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