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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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que hablara también estaría incluida esta muerte, o si era cierto que el<br />

tiempo hizo, en este particular caso, su trabajo de curador emérito, o,<br />

todavía, si la pena invocada no era tanto de muerte, sino de vida, sino<br />

de vidas, la tuya, la mía, la nuestra, de quién. Cipriano Algor modelaba<br />

la enfermera, Marta estaba ocupada con el payaso, pero ni uno ni otro<br />

se sentían satisfechos con las tentativas, éstas después de otras, tal<br />

vez porque copiar sea, a fin de cuentas, más difícil que crear<br />

libremente, por lo menos podría decirlo así Cipriano Algor que con<br />

tanta vehemencia y soltura de gesto había concebido las dos figuras de<br />

hombre y mujer que están ahí, envueltas en paños mojados para que<br />

no se les reseque y agriete el espíritu que las mantiene en pie,<br />

estáticas y con todo vivas. A Marta y a Cipriano Algor no se les acabará<br />

tan pronto este esfuerzo, parte del barro con que modelan ahora una<br />

figura proviene de otras que tuvieron que despreciar y amasar, así<br />

ocurre con todas las cosas de este mundo, las propias palabras, que no<br />

son cosas, que sólo las designan lo mejor que pueden, y designándolas<br />

las modelan, incluso las que sirvieron de manera ejemplar, suponiendo<br />

que tal pudiera suceder en alguna ocasión, son millones de veces<br />

usadas y otras tantas desechadas, y después nosotros, humildes, con<br />

el rabo entre las piernas, como el perro Encontrado cuando la<br />

vergüenza lo encoge, tenemos que ir a buscarlas nuevamente, barro<br />

pisado que también ellas son, amasado y masticado, deglutido y<br />

restituido, el eterno retorno existe, sí señor, pero no es ése, es éste. El<br />

payaso modelado por Marta tal vez se aproveche, el bufón también se<br />

aproxima bastante a la realidad de los bufones, pero la enfermera, que<br />

parecía tan simple, tan estricta, tan reglada, se resiste a dejar<br />

aparecer el volumen de los senos bajo el barro, como si también ella<br />

estuviese envuelta en un paño mojado del que sostuviera con firmeza<br />

las puntas. Cuando la primera semana de creación esté a punto de<br />

terminar, cuando Cipriano Algor pase a la primera semana de<br />

destrucción, acarreando la loza del almacén del Centro y dejándola por<br />

ahí como basura sin uso, los dedos de los dos alfareros, al mismo<br />

tiempo libres y disciplinados, comenzarán finalmente a inventar y a<br />

trazar el camino recto que los conducirá al volumen adecuado, a la<br />

línea justa, al plano armonioso. Los momentos no llegan nunca tarde<br />

ni pronto, llegan a su hora, no a la nuestra, no tenemos que<br />

agradecerles las coincidencias, cuando ocurran, entre lo que ellos<br />

proponían y lo que nosotros necesitábamos. Durante la mitad del día<br />

en que el padre ande en el absurdo trabajo de descargar por inútil lo<br />

que cargó por rehusado, Marta estará sola en la alfarería con su media<br />

docena de muñecos prácticamente terminados, ocupada ahora en<br />

avivar algún ángulo degradado y en redondear alguna curva que un<br />

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