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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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desprovista de convicción. Con el alma y el estómago en estado de<br />

plenitud, Cipriano Algor se dejó deslizar hacia el sueño. Fuera, bajo la<br />

sombra del moral, Encontrado también dormía, podrían quedarse así<br />

hasta el regreso de Marcial y Marta, pero de repente el perro ladró. El<br />

tono no era de amenaza ni de susto, no pasaba de una alerta<br />

convencional, un quién va por deber del cargo, Aunque conozca a la<br />

persona que acaba de llegar, tengo que ladrar porque es eso lo que se<br />

espera que haga. No fueron, sin embargo, los ladridos desenfadados<br />

de Encontrado los que despertaron a Cipriano Algor, pero sí una voz,<br />

una voz de mujer que desde fuera llamaba, Marta, y luego preguntaba,<br />

Marta, estás en casa. El alfarero no se levantó del sillón, apenas<br />

enderezó el cuerpo como si estuviese preparándose para huir. El perro<br />

ya no ladraba, la puerta de la cocina estaba abierta, la mujer venía<br />

ahí, se aproximaba cada vez más, iba a aparecer, si este nuevo<br />

encuentro no es efecto de un incidente fortuito, de una mera y casual<br />

coincidencia, si estaba previsto y registrado en el libro de los destinos,<br />

ni siquiera un terremoto le podrá impedir el camino. Abaneando el<br />

rabo, Encontrado fue el primero en entrar, luego apareció Isaura<br />

Madruga. Ah, exclamó ella, sorprendida. No le resultó fácil a Cipriano<br />

Algor levantarse, el sillón bajo y las piernas súbitamente flojas<br />

tuvieron la culpa de la triste figura que sabía que estaba haciendo. Dijo<br />

él, Buenas tardes. Dijo ella, Buenas tardes, buenos días, no sé bien<br />

qué hora es. Dijo él, Ya es más de mediodía. Dijo ella, Creía que era<br />

más temprano. Dijo él, Marta no está, pero haga el favor de entrar.<br />

Dijo ella, No quiero molestarlo, vengo en otro momento, lo que me<br />

traía no tiene ninguna urgencia. Dijo él, Fue con Marcial a almorzar a<br />

casa de los suegros, no tardarán. Dijo ella,<br />

Sólo venía para decirle a Marta que conseguí un trabajo. Dijo él,<br />

Consiguió trabajo, dónde. Dijo ella, Aquí mismo, en el pueblo,<br />

felizmente. Dijo él, En qué va a trabajar. Dijo ella, En una tienda,<br />

atendiendo el mostrador, podría ser peor. Dijo él, Le gusta ese trabajo.<br />

Dijo ella, En la vida no siempre podemos hacer aquello que nos gusta,<br />

lo principal, para mí, era quedarme aquí, a esto no respondió Cipriano<br />

Algor, se quedó callado, confundido por las preguntas que, casi sin<br />

pensar, le habían salido de la boca, salta a la vista de cualquiera que si<br />

una persona pregunta es porque quiere saber, y si quiere saber es<br />

porque tiene algún motivo, ahora la cuestión de principio que Cipriano<br />

Algor tiene que elucidar en el desorden de sus sentimientos es el<br />

motivo de preguntas que, entendidas literalmente, y no se ve que<br />

pueda existir en este caso otro modo de entenderlas, demuestran un<br />

interés por la vida y por el futuro de esta mujer que excede en mucho<br />

lo que sería natural esperar de un buen vecino, interés ese, por otro<br />

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