Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net
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productor a un comprador al que le fueron retirando poco a poco,<br />
sutilmente, las defensas interiores que resultaban de la conciencia de<br />
su propia personalidad, esas que antes, si es que alguna vez existió un<br />
antes intacto, le proporcionaron, aunque fuera precariamente, una<br />
cierta posibilidad de resistencia y autodominio. <strong>La</strong> culpa de esta<br />
laboriosa y confusa explanación es toda de Cipriano Algor que, siendo<br />
lo que es, un simple alfarero sin carné de sociólogo ni preparación de<br />
economista, se ha atrevido, dentro de su rústica cabeza, a correr<br />
detrás de una idea, para acabar reconociéndose, como resultado de la<br />
falta de un vocabulario adecuado y por las graves y patentes<br />
imprecisiones en la propiedad de los términos utilizados, incompetente<br />
para trasladarla a un lenguaje suficientemente científico que tal vez<br />
nos facilitara, por fin, comprender lo que él había querido decir en el<br />
suyo. Quedará para los recuerdos de Cipriano Algor este otro momento<br />
de desconcierto de vida y de desacierto en la comprensión de ella,<br />
cuando, habiendo ido un día al departamento de compras del Centro<br />
para hacer la más simple de las preguntas, de allí regresó con la más<br />
compleja y oscura de las respuestas, y tan tenebrosa y oscura era, que<br />
nada era más natural que perderse en los laberintos de su propio<br />
cerebro. Al menos queda salvada la intención. En su defensa Cipriano<br />
Algor siempre podrá alegar que hizo todo lo que estaba al alcance de<br />
su condición de alfarero para intentar desentrañar el sentido oculto de<br />
la sibilina frase del subjefe sonriente, y si incluso para él mismo era<br />
evidente que no lo había conseguido, al menos dejó bien claro a quien<br />
detrás viniese que, por el camino que él había tomado, no se llegaba a<br />
ninguna parte. Estas cosas son para quien sabe, pensó Cipriano Algor,<br />
sin conseguir callar su desasosiego interior. En todo caso, decimos<br />
nosotros, otros hicieron menos y presumieron de más.<br />
El paquete que Marcial había dejado al guarda de la puerta contenía<br />
dos mascarillas, no una, para el caso de que se averíe el sistema<br />
purificador del aire en alguna, decía la nota. Y nuevamente la petición,<br />
Cuídeme de Marta, por favor. Era casi la hora del almuerzo, una<br />
mañana perdida, pensó Cipriano Algor, acordándose de los moldes, del<br />
barro que esperaba, del horno que perdía calor, de las filas de<br />
muñecos allí dentro. Después, en medio de la avenida, conduciendo de<br />
espaldas a la pared del Centro donde la frase, USTED ES NUESTRO<br />
MEJOR CLIENTE, PERO, POR FAVOR, NO SE LO DIGA A SU VECINO,<br />
trazaba con descaro irónico el diagrama relacional en que se<br />
consumaba la complicidad inconsciente de la ciudad con el engaño<br />
consciente que la manipulaba y absorbía, se le pasó por la cabeza, a<br />
Cipriano Algor, la idea de que no era sólo esta mañana la que perdía,<br />
que la obscena frase del subjefe había hecho desaparecer lo que<br />
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