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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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para otros una tempestad mortal, todo depende del calado del barco y<br />

del estado de las velas. En el dormitorio, con la puerta cerrada, Marcial<br />

pensó que no valía la pena pedir explicaciones a Marta por no haberle<br />

informado de la idea de los muñecos, en primer lugar porque esas<br />

aguas hacía horas que habían pasado bajo el puente y por tanto<br />

arrastrado en su curso el despecho y el mal humor, en segundo lugar<br />

porque le apocaban preocupaciones mucho más serias que las de<br />

sentirse o imaginarse desconsiderado. Preocupaciones más serias y no<br />

menos urgentes. Cuando un hombre regresa a casa y a la mujer<br />

después de una privación de diez días, siendo joven como es este<br />

Marcial, o, en caso de ser mayor, si todavía no pudo la edad abatirle el<br />

ánimo amatorio, lo natural es que quiera dar satisfacción inmediata al<br />

temblor de los sentidos, dejando la conversación para después. En<br />

general, las mujeres no están de acuerdo. Si el tiempo no urge<br />

especialmente, si, al contrario, <strong>La</strong> noche es nuestra, y quien dice la<br />

noche, dice la tarde o la mañana, lo más seguro es que la mujer<br />

prefiera que el acto amoroso se inicie con una charla pausada, sin<br />

prisas, y mientras sea posible ajena a esa idea fija que, semejante a<br />

un trompo zumbador, gira en la cabeza del hombre. Como un cántaro<br />

profundo que lentamente se llena, la mujer se va aproximando al<br />

hombre poco a poco, o, tal vez con más exactitud, lo va aproximando,<br />

hasta que la urgencia de uno y la ansiedad del otro, ya declaradas, ya<br />

coincidentes, ya inaplazables, hagan subir cantando el agua unánime.<br />

Hay excepciones, sin embargo, como es este caso de Marcial que, por<br />

mucho que quisiese empujar a Marta hacia la cama, no podría hacerlo<br />

mientras no vaciara el pesado saco de las preocupaciones que carga,<br />

no desde el Centro, no desde la conversación que había mantenido con<br />

el suegro durante el camino, sino desde la casa de los padres. También<br />

esta vez la primera palabra iba a ser dicha por Marta, Es posible que<br />

los perros no te conozcan, Marcial, pero tu mujer te conoce, No quiero<br />

hablar de eso, Debemos hablar de lo que duele, Fui estúpido e injusto,<br />

Vamos a dejar a un lado lo de estúpido, porque no lo eres,<br />

quedémonos con lo de injusto, Ya lo he reconocido, Tampoco fuiste<br />

injusto, No compliquemos las cosas, Marta, por favor, lo pasado,<br />

pasado está, <strong>La</strong>s cosas que parecen haber pasado son las únicas que<br />

nunca acaban de pasar, los injustos hemos sido nosotros, Nosotros,<br />

quiénes, Mi padre y yo, sobre todo yo, mi padre tiene una hija casada<br />

y miedo de perderla, no necesita otra justificación, Y tú, Yo soy quien<br />

no tiene disculpa, Por qué, Porque te quiero, y a veces, demasiadas<br />

veces, doy la impresión de olvidar, o incluso se me olvida, que eres<br />

una persona concreta, completa en el ser que eres, que debo este<br />

amor no a alguien que tenga que contentarse con un sentimiento<br />

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