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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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mucho, eso no hay quien lo niegue, pero no puede hacerlo todo, tiene<br />

serias limitaciones, incluso hasta algún grave defecto, como, por<br />

ejemplo, la insaciable bulimia que padece y que lo conduce a devorar y<br />

reducir a cenizas todo cuanto encuentra por delante. Volviendo al<br />

asunto que nos ocupa, la alfarería y su funcionamiento, todos sabemos<br />

que barro húmedo metido en horno es barro estallado en menos<br />

tiempo del que lleva contarlo. Una primera e irrevocable condición<br />

establece el fuego, si queremos que haga lo que de él se espera, que<br />

el barro entre seco y bien seco en el horno. Y es aquí cuando humildes<br />

regresamos al soplo en la nariz, es aquí cuando tendremos que<br />

reconocer hasta qué punto fuimos injustos e imprudentes al apadrinar<br />

y hacer nuestra la impía idea de que el dicho dios habría dado la<br />

espalda, indiferente, a su propia obra. Sí, es cierto que después de eso<br />

nadie más lo ha vuelto a ver, pero nos dejó lo que tal vez fuese lo<br />

mejor de sí mismo, el soplo, el aire, el viento, la brisa, el céfiro, esos<br />

que ya están entrando suavemente por las narices de los seis muñecos<br />

de barro que Cipriano Algor y la hija acaban de colocar, con todo<br />

cuidado, sobre uno de los tableros de secado. Escritor, además de<br />

alfarero, el dicho dios también sabe escribir derecho con líneas<br />

torcidas, no estando él aquí para soplar personalmente, mandó a quien<br />

hiciese el trabajo en su nombre, y todo para que la todavía frágil vida<br />

de estos barros no acabe extinguiéndose mañana en el ciego y brutal<br />

abrazo del fuego. Decir mañana es apenas una manera de hablar,<br />

porque si es cierto que un único soplo fue suficiente en el inicio para<br />

que el barro del hombre adquiriese respiración y vida, muchos serán<br />

los soplos necesarios para que de los bufones, de los payasos, de los<br />

asirios de barbas, de los mandarines, de los esquimales y de las<br />

enfermeras, de estos que están aquí y de los que en filas cerradas<br />

vendrán a alinearse en estos tableros, se evapore poco a poco el agua<br />

sin la que no habrían llegado a ser lo que son, y puedan entrar seguros<br />

en el horno para transformarse en aquello que van a tener que ser. El<br />

perro Encontrado se alzó sobre las patas traseras y apoyó las manos<br />

en el borde de la plancha para ver desde más cerca los seis monigotes<br />

formados ante él. Olisqueó una vez, dos veces, y luego se desinteresó<br />

de ellos, pero no a tiempo de evitar la palmada seca y dolorosa que el<br />

dueño le propinó en la cabeza ni la repetición de las duras palabras<br />

que ya oyera antes, Fuera de aquí, cómo podría él explicar que no le<br />

iba a hacer ningún mal a los muñecos, que sólo los quería ver mejor y<br />

oler, que no ha sido justo que me pegues por tan poco, parece que no<br />

sabes que los perros no se sirven sólo de los ojos de la cara para<br />

indagar el mundo exterior, la nariz es como un ojo complementario, ve<br />

lo que huele, menos mal que esta vez ella no gritó Quieto, felizmente<br />

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