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Saramago, Jose - La caverna - Telefonica.net

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con las que tenemos en la alfarería, Pues entonces parece realmente<br />

complicado, Ya veremos, tal vez las deje por ahí, en el camino, <strong>La</strong><br />

policía no lo va a permitir, Si esta tartana, en lugar de furgo<strong>net</strong>a, fuese<br />

uno de esos camiones que levantan la caja, sería facilísimo, un<br />

botoncito eléctrico y hala, en menos de un minuto estaría todo en la<br />

cu<strong>net</strong>a, Escaparía una vez o dos de la policía de carretera, pero<br />

acabarían por pillarlo in fraganti, Otra solución sería encontrar en el<br />

campo una cueva, no necesitaría ser muy honda, y meter todo ahí<br />

dentro, imagínate la gracia que tendría si dentro de mil o dos mil años<br />

pudiéramos presenciar los debates de los arqueólogos y los<br />

antropólogos sobre el origen y las razones de la presencia de tal<br />

cantidad de platos, tazas y ollas de barro, y su problemática utilidad en<br />

un sitio deshabitado como éste, Deshabitado, ahora, de aquí a mil o<br />

dos mil años no es imposible que la ciudad haya llegado hasta donde<br />

nos encontramos en este momento, observó Marcial. Hizo una pausa,<br />

como si las palabras que acababa de pronunciar hubiesen exigido que<br />

volviera a pensar en ellas, y, con el tono perplejo de quien, sin<br />

comprender cómo lo había conseguido, ha llegado a una conclusión<br />

lógicamente impecable, añadió, O el Centro. Ahora bien, sabiéndose<br />

que en la vida de este suegro y este yerno, la desafortunada cuestión<br />

del Centro ha sido de todo menos pacífica, es de extrañar que las<br />

consecuencias de la inesperada alusión del guarda interno Marcial<br />

Gacho se hayan quedado en eso, que la peligrosa frase O el Centro no<br />

hubiese disparado inmediatamente una nueva discusión, repitiéndose<br />

todos los desencuentros ya conocidos y el mismo rosario de<br />

recriminaciones sordas o explícitas. <strong>La</strong> razón de que ambos hayan<br />

permanecido silenciosos, suponiendo que sea posible, para quien,<br />

como nosotros, observa desde el lado de fuera, desvelar lo que, con<br />

toda probabilidad, ni para ellos está claro, es el hecho de que esas<br />

palabras constituyeron, en la boca de Marcial, sobre todo en el<br />

contexto en que fueron pronunciadas, una novedad absoluta. Se podrá<br />

decir que no es así, que, por el contrario, al admitir la posibilidad de<br />

que el Centro haga desaparecer en un día futuro, por imparable<br />

absorción territorial, los campos que la furgo<strong>net</strong>a ahora va<br />

atravesando, el guarda interno Marcial Gacho estaría subrayando, por<br />

su cuenta, y aplaudiendo, en su fuero interno, la potencia expansiva,<br />

tanto en el espacio como en el tiempo, de la empresa que le paga sus<br />

modestos servicios. <strong>La</strong> interpretación sería válida y liquidaría<br />

definitivamente la cuestión si no se hubiese producido aquella casi<br />

imperceptible pausa, si aquel instante de aparente suspensión del<br />

pensar no correspondiese, permítase la osadía de la propuesta, a la<br />

aparición de alguien simplemente capaz de pensar de otra manera. Si<br />

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