ACTAS

I Congreso Internacional de Periodismo 183
Estetización de la política
Una de las características de los sistemas discursivos complejos es que evitan precisamente la síntesis, la aparición
de un tercer universo discursivo; todas las formaciones llevan implantadas mecanismos que impiden este
proceso de diálogo. Y Podemos no es una excepción; es más, pensamos que esta formación juega precisamente
con un discurso maniqueo que enfatiza la polarización. No es de extrañar que “actualmente lo político
se expresa en un registro moral (…). En lugar de una lucha entre ‘izquierda y derecha’ nos enfrentamos a una
lucha entre ‘bien y mal’” (Mouffe: 2007).
Como han señalado Cruces y Díaz de Rada (1995: 177-178), aunque los rituales políticos modernos siguen
centrados en la palabra, la acción política contemporánea manifiesta “una presencia constante de formas expresivas
tomadas en préstamo de otros campos de acción social”.
La política de nuestros días adquiere una condición “parásita” al impregnarse de espectáculo, religión, fiesta,
humor popular, canto, competición deportiva, etc. Esto se refleja en programas espectáculo como La Sexta
Noche, donde los contertulios se atrincheran en unas posiciones y el discurso burlón hace de la guerra un
juego:
Se está a la caza del titular simpático en un vodevil siniestro que agita las pasiones de un público que espera
que se desangren, con las ballestas de los lugares comunes que como dj’s de un funeral a cámara lenta los
políticos saben mezclar. Nos arrojan comidilla ideológica para que la vomitemos.
Este programa y otros basa su éxito exclusivamente en azuzar las pasiones del público; de hecho, la configuración
de una esfera pública depende, según Pérez-Díaz, de la creación de un sentimiento de pertenencia a
una comunidad particular; y este sentimiento arraiga en experiencias compartidas configuradas por una serie
de narraciones “que preparan el terreno a ritos que contribuyen a reforzar tales sentimientos” (Pérez-Díaz