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I Congreso Internacional de Periodismo 85<br />

alguna manera a Reina. El embajador hablaba quechua, y quizá por ello, ante la insistencia de la periodista,<br />

se solidarizó con el caso y accedió a acompañarla a visitar a la cárcel a Reina. Reina había tenido varias visitas,<br />

pero ninguna de alguien de Bolivia que le hablara en su idioma. Las únicas palabras en quechua que había<br />

escuchado habían sido las del traductor argentino que le reveló dos años antes el delito del que se le acusaba.<br />

En la crónica, el pasaje en que la cronista se encuentra por primera vez con Reina, está narrado a través del<br />

contraste entre la funcionaria de prisiones, y la presa:<br />

“Como si estuviera a punto de abrir la jaula del animal más visitado del zoológico, una carcelera joven, rubia, de<br />

acento porteño, dice: ‘Reina siempre tiene visita, vienen de las universidades, viene prensa, gente de ONGs, mirá<br />

que es nuestra interna estrella. A la gente le gusta la historia de la boliviana que no sabe hablar, jajaja… Ahora te<br />

la traigo’.<br />

Reina –su piel tersa de 25 años contrasta con sus ojos cansados y llenos de cataratas- entra a la oficina de la jefa<br />

de la Unidad, lugar cedido para la entrevista. Camina lento, la cabeza gacha, levanta tímidamente la vista y dice<br />

muy bajito y en español: hola… Se sienta y, después de oír el saludo en quechua del intérprete, los ojos le brillan y<br />

devuelve el saludo sonriente: Imaynalla kachkanki (¿cómo estás?). Luego pregunta si todos hablan quechua. Ante<br />

la negativa del intérprete, ella dice con tono desesperado:<br />

-Sho no, sho no, matar mana, inocente kani.<br />

Lo que intenta decir en un quechuañol con dejos gauchos es:<br />

-Yo no, yo no, nada de matar, soy inocente.”<br />

En primer lugar, observamos la metáfora de Reina como el “animal más visitado del zoológico”, un elemento<br />

retórico que vincula el racismo hacia la mujer indígena con la animalización. En varios momentos<br />

de la crónica se especificará que Reina ha dejado de vestirse como lo hacía en su municipio natal, como un<br />

mecanismo de defensa para tratar de mimetizarse con las mujeres argentinas de la cárcel. Usa jeans, pero<br />

no hablar la lengua hace que su condición se relacione con una reminiscencia contemporánea en versión<br />

latinoamericana de las críticas que Franz Fanon hacía al proceso de colonización particularmente en el modo<br />

en que los colonizadores dejaban al colonizado en una posición animal, intermedia y ambigua entre sujeto<br />

y objeto: “Los colonos se ven obligados a dejar a medias la domesticación. El resultado, ni hombre ni bestia,<br />

es el indígena. Golpeado, subalimentado, pero sólo hasta cierto punto, tiene siempre, ya sea amarillo, negro<br />

o blanco, los mismos rasgos de carácter: es perezoso taimado y ladrón, vive de cualquier cosa y sólo conoce<br />

la fuerza” (Fanon, 1961:12). En esta misma genealogía, Achille Mbembe, investigador camerunés, en su texto<br />

Necropolítica, considera que el racismo es la mejor herramienta para el biopoder, un concepto que establece<br />

que el poder lo ejerce aquél que tiene control sobre la vida (Mbembe, 2003). En el pasaje, la imagen de Reina<br />

llegando cabizbaja, hablando en quechuañol con visos de acento argentino hace eco de cómo su alteridad,<br />

su diferencia indígena y su desconocimiento del idioma español es visibilizada como una inferioridad racial<br />

y como una mudez lingüística.<br />

A partir de esta primera entrevista, gracias a las gestiones de la embajada de Bolivia en Argentina, que envió<br />

una carta a la prisión, Nathalie Iriarte pudo conseguir un permiso especial de visita a Reina. Podía entrar casi<br />

todo el día a la cárcel a quedarse con ella. Viajaba de Buenos Aires hasta la Plata, que está a una hora y 20<br />

minutos de bus, y allí la estuvo visitando varios domingos durante dos meses. Iriarte no podía llevar traductor<br />

siempre, porque al ser ella periodista freelance, pagar a un traductor significaba un costo económico extra. En<br />

muchas ocasiones, Reina le hablaba en quechua a la periodista, de forma que la autora, que no entendía nada,<br />

se vio de alguna forma en la situación que Reina había vivido cuando la detuvieron. La diferencia es que Iriarte<br />

podía mandar traducir las conversaciones que tenía registradas en su grabaora. Al no tener la oportunidad de<br />

hablar mucho, la cronista observaba su vida diaria, su relación con las otras internas, cómo cuidaba de su hija,<br />

cuál era su rutina. Una de las visitas aparece así en la narración:

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