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I Congreso Internacional de Periodismo 51<br />

como género periodístico literario, ya existían revistas donde desarrollarlas y se habían publicado suficientes<br />

ensayos y prólogos que naturalizaron ciertas circunstancias del género, transformándolas en normas.<br />

Una de ellas es por ejemplo, que la crónica se ocupa de lo raro, lo freak. Juan Manuel Robles –formado en la<br />

revista Etiqueta Negra, bajo la guía de Villanueva Chang- tituló su antología de crónicas precisamente Lima<br />

Freak: vidas insólitas en una ciudad perturbada (2007). En ella aborda personajes como los que describe Jaramillo,<br />

entre ellos, la animadora Laura Bozzo, a quien la justicia peruana detuvo por meses en el estudio de<br />

televisión donde grababa su programa, y el cajero Cromwell Gálvez, famoso por haber desfalcado a su propio<br />

banco para costear fiestas de lujo. Otros discípulos de Villanueva Chang son Sergio Vilela y Daniel Titinger.<br />

Ambos, como Robles, cultivan un estilo de crónica irónica y centrada en personajes estrafalarios, aunque en<br />

sus libros trabajan también la identidad patria: Robles en Zaraí, la hija patria (2009), Vilela lo hizo en El cadete<br />

Vargas Llosa (2003) y El último secreto de Machu Picchu (2014), y Titinger en sus antologías Dios es peruano<br />

(2006) y Cholos frente al mundo (2012), como también en su perfil sobre Julio Ramón Ribeyro, Un hombre flaco<br />

(2014). Su elección de temas se relaciona con su formación en Etiqueta Negra, revista que tiene predilección<br />

por los personajes e historias curiosas y fuera de la norma, que a su vez constituyen la metonimia de un fenómeno<br />

social más profundo.<br />

Del mismo modo, las revistas Gatopardo y Soho, originadas en Colombia, han funcionado como espacios de<br />

formación de cronistas. En Soho especialmente se privilegian los extremos: por algo la portada de su antología,<br />

publicada en 2008, reúne en una fotografía al hombre más alto y al más bajo de Colombia. Gatopardo, en<br />

cambio, ha desarrollado la vocación de una revista de lujo, lo que se ha acentuado en los últimos años bajo la<br />

dirección de Felipe Restrepo (la editora para el cono sur es Leila Guerriero). La antología de perfiles de Restrepo,<br />

16 Retratos Excéntricos (2014), reúne perfiles de personajes famosos en el cine, la música y la gastronomía.<br />

Un tercer polo de desarrollo de la crónica ha sido la revista digital Anfibia, dirigida por el chileno-argentino<br />

Cristian Alarcón. Anfibia pertenece a la Universidad Nacional de San Martín, creada durante el gobierno de<br />

Kirchner. En este espacio se han formado nuevos cronistas como Federico Bianchini y Javier Sinay, ambos premiados<br />

por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. De distintas maneras, ellos abordan a personajes<br />

en situaciones límite. Bianchini publicó una antología de sus perfiles sobre deportistas que ponen en riesgo<br />

sus vidas para lograr sus metas, y la llamó Historias Extremas (2014). Javier Sinay –ganador reciente del Premio<br />

Gabriel García Márquez de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano- aborda a personajes marginales,<br />

del conurbano bonaerense, siguiendo el modelo de Alarcón.<br />

A diferencia de esta nueva generación, formada en el boom de la crónica latinoamericana -a partir de la<br />

década de los 90- los cronistas mayores no desarrollaron su estilo en revistas dedicadas a la crónica, sino en<br />

periódicos convencionales donde ellos mismos abrieron el camino a este nuevo género. En Argentina, Martín<br />

Caparrós se atribuye el resurgimiento de la crónica como relato periodístico literario centrado en la experiencia<br />

del narrador:<br />

Inauguraba una sección fija -mi sección- que había que bautizar. En los veintitantos años que pasaron desde<br />

entonces, muchas veces me pregunté porque se me ocurrió ponerle Crónicas de fin de siglo (…) En esos días, en<br />

Argentina, nadie hablaba de “crónica”: no era una palabra de nuestro repertorio. O sí, pero decía otras cosas.<br />

La palabra “crónica” no tenía ningún prestigio en el mundito periodístico argentino (…) Crónica era un diario<br />

desdeñado; el cronista, el escalón más bajo de la escala zoológica; en la Argentina de 1991 decir que uno hacía<br />

crónicas era una especie de chiste, una provocación. O si acaso, referirse a una tradición casi perdida. (Caparrós,<br />

2015, pp. 21-22)<br />

La sección de crónica de Página/30, la revista mensual de Página/12, fue un éxito y otros periódicos la imitaron.<br />

Un año más tarde, Tomás Eloy Martínez prologó la antología de crónicas de viaje Larga distancia, de<br />

Caparrós, con un artículo titulado Apogeo de un género, que legitima esta nueva “crónica” como parte de una<br />

vieja genealogía: “La crónica es, tal vez, el género central de la literatura argentina. La tradición literaria parte<br />

de una crónica magistral, el Facundo. Otros libros capitales (…) son variaciones de un género que, como el país,

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