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82 Convergencias mediáticas y nueva narrativa latinoamericana<br />

Y sin embargo, la aportación del texto a las nuevas narrativas hispanoamericanas de la no ficción no se funda<br />

en su interés sociológico o demográfico, sino en su visibilización a través de un planteamiento que tiene que<br />

ver con la subjetivación autoral, con una reflexión de la periodista que podríamos extender a cualquier nativo<br />

de cualquier gran ciudad que convive cotidianamente con ciertas personas extranjeras que le brindan una<br />

serie de servicios: Ale es uno de esos vecinos que sabe todo de nosotros, y sin embargo, nosotros no sabemos<br />

nada de él. La autora lo plasma en el segundo párrafo de su crónica de este modo.<br />

“Ale es chino y sabe muchas cosas de mí. Cuándo estoy en casa, cuándo salgo de viaje, cuándo se termina mi<br />

dinero y cuándo no hay más comida en mi heladera. Técnicamente, y desde hace cinco años, Ale es el hombre<br />

que me alimenta. Lo veo más que a cualquiera de mis amigos, hablo con él dos o tres veces por semana sabe que<br />

me gusta el queso estacionado y que no como nada que tenga ajo. Cuando hago un pedido por teléfono y olvido<br />

algo –pan, leche– me lo recuerda:<br />

-¿Hoy no pan, hoy no leche?<br />

Si le pido cuatrocientos gramos de jamón crudo se alarma:<br />

-Muy caro. ¿Tanto quiere?<br />

Conoce mi nombre, mi número de documento, mi profesión, el nombre del periódico donde trabajo, la dirección<br />

exacta de mi casa y la cantidad de gaseosa y pasta dental que consumo por semana.”<br />

El reportaje se convierte entonces en una exploración para descubrir quién es ese amigo chino. Después del<br />

pasaje anterior, ubicado casi al principio del texto, Leila nos avisa lo siguiente: “todavía no sé –nunca sabrénada<br />

de él” a pesar de haberlo entrevistado una docena de veces para tratar de entender por qué Ale migró<br />

de su país, por una decisión más de cronista que de ciudadana porteña.<br />

Siguiendo la estructura clásica de E. M. Forster (2000: 74), que divide los personajes en redondos -los que evolucionan<br />

en la historia- y planos –los que son simples, estereotipos, caricaturas que se construyen sobre una<br />

idea o cualidad– parecería que es una narración de un personaje redondo: Ale. Sin embargo, es una crónica<br />

de dos personajes, Ale y Guerriero, y en realidad, la que evolucionará en la historia es Guerriero, mientras que,<br />

desde la perspectiva de la cronista, Ale seguirá siendo el mismo desconocido, aunque no para nosotros como<br />

lectores. Lo importante en esta crónica no es llegar a Ítaca, sino la travesía.<br />

La estructura del texto en este periplo de la mirada que va de la mariposa seca a la branquia llena de vida es<br />

aparentemente sencilla, y consiste en las conversaciones de Leila Guerriero con Ale en distintos espacios, además<br />

de la inclusión de un par de fuentes más de la embajada china que explicarán características de la región<br />

de la que procede Ale. En las entrevistas, la autora utiliza un recurso que llama la atención sobre la forma de<br />

hablar del personaje: transcribe literalmente la forma en que Ale pronuncia las palabras, de forma que es evidente<br />

que él no domina el español. Ésta es la característica más memorable del texto.<br />

Sin embargo, observemos, que la primera vez que el personaje habla en la crónica, aparece entrecomillado,<br />

como vimos, suspirando decepcionado, y en español correcto, con la siguiente expresión: “Ah, Leila”. En este<br />

“Ah, Leila”, que parecería una frase nimia, y donde no queda manifiesto su origen extranjero, se pone hincapié<br />

en cuál va a ser el punto de vista de la narración, es decir, la subjetivación autoral del género crónica ejercida<br />

como un agenciamiento consistente en el juego de mirar, pero sobre todo, en el de ser mirado. Para Leila<br />

Guerriero, el reporteo pareciera ser el arte desaparecer, y en su caso los logra porque se queda muchísimas<br />

horas con sus entrevistados. “Ah, Leila” no nos indica cómo ella lo ve a Ale, sino cómo Ale la ve a ella, en este<br />

caso, con cierto hartazgo por tanta entrevista.<br />

La segunda intervención de Ale, como vimos, aparece en una línea de diálogo, después del primer párrafo,<br />

diciendo: “hoy no pan, hoy no leche?”, en lugar de decir, como diría un hablante argentino, “hoy no querés<br />

pan, hoy no querés leche?”. El hecho de subrayar su falta de dominio del idioma, haría parecer que Leila, al ser<br />

nativa, es la que está por encima del otro, aunque en realidad, como veremos después, se busca la horizontalidad.<br />

Observemos este pasaje:

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