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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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día él mismo le dijo a ella.

Al duque de Buccleuch no le pasaron desapercibidas aquellas palabras que

desde luego llevaban un doble sentido y que se las hubiera dicho de forma

directa solo le daba aún más valor si cabe a ellas.

—Si. Ciertamente lo hago —contestó y Susan habría jurado que torcía el

gesto hacia otro lado pensativo—. Quisiera aprovechar este momento para

comunicarle que la espero en mi despacho después de que termine de tomar

su desayuno. Tengo algo que decirle en privado.

En aquel momento Susan sopesó que probabilidades había de que aquello que

tuviera que decirle fuese malo para ella y se quedó pensativa unos instantes.

—¿Querida, hoy no tomas té para desayunar? —preguntó la señora Edna

sacando a Susan de su ensoñación.

—No gracias —contestó con un amago de sonrisa—. Hoy me apetece tomar

café —añadió cogiendo otro de los bollitos de leche recién hechos que

estaban sumamente deliciosos.

Mientras las hijas del duque se dirigieron hacia la habitación donde una

institutriz venía para darle sus lecciones diarias, Susan se fue con paso

cauteloso hacia el despacho del duque. Ni tan siquiera había colocado aún sus

libros porque tenía cierto miedo de quedarse a solas junto a él y el temor a

que tratara de tocarla la asustaba, aunque ahora ese miedo por sorprendente

que pareciese no era más que un pequeño atisbo que aún no había perdido del

todo, pero si disminuido lo suficiente para no tener tanto temor de cruzar el

umbral de aquella puerta.

Llamó dando tres golpes secos en la madera y escuchó su prominente voz al

otro lado de la puerta diciéndole que entrase.

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