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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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Aquel pensamiento abrumó todos sus sentidos y un miedo atroz se apoderó

de todo su cuerpo perdiendo la razón. Tenía que alejarse de ella, debía

alejarse lo máximo posible y tratar de no pensar en su esposa. Tal vez alejarse

fuera fácil ahora que no dormiría junto a ella y que no volvería a tocarla en su

estado, solo que aquello no minimizaría su culpa, no le haría sentir mejor y

definitivamente no conseguiría que agonizara por desear tenerla de nuevo

entre sus brazos, bajo su cuerpo, tendida en el lecho mientras le saciaba.

Lo más sensato era alejar esos pensamientos, no volver ni siquiera a

recordarlo, creer que solo formaban parte de un pasado como lo fueron sus

otras esposas y así podría enfrentarse a lo que sucediera.

De algún modo sabía que si perdía a una tercera esposa en el parto todo se

acabaría, no podría asumir la culpa y menos aún con Susan cuando ella era…

era… mucho más de lo que podía haber deseado de una esposa. Hasta ahora

se había conformado con que fuera correcta, leal y cumpliera sus

obligaciones, pero después de como se había entregado a él, de todo lo que le

había hecho sentir, era impensable pensar en la idea de suplantarla o en la

mera mención de creer que podría dejar de existir.

No podía hacer frente a ese sentimiento de pánico que de pronto le había

recorrido las entrañas y menos aún al hecho de que todo fuera por su entera y

absoluta culpa de desear ese heredero.

Tenía presente que aportar un heredero al ducado era su responsabilidad y

cumplir con dicha tarea le estaba suponiendo una carga muy pesada que

llevar a su espalda, a la vista estaba con sus dos esposas muertas. Si al menos

una de ellas le hubiera dado un varón, se habría planteado la posibilidad de

no volver a casarse jamás y de no hacer pasar de nuevo a una mujer por algo

similar, pero las palabras de su abuelo dictaminando el deber que tenía hacia

su apellido, hacia su familia y hacia su padre que había muerto sin más

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