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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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no acudir, podría almorzar Gladys junto a ellas a pesar de que fuera poco

conveniente.

En cuanto terminó su desayuno decidió buscar a su esposo antes de

prepararse para salir, aunque únicamente pensaba recoger su sombrero y un

chal por si tenía algo de frío durante el picnic.

Visitó varias estancias de la casa esperando que alguna de ellas fuera el

despacho del duque, pensó que quizá estaría metido entre esas paredes

repasando algún libro de cuentas o evaluando gastos como solía hacer su

padre que también era un hombre de negocios. Cuando había perdido la

cuenta del número de puertas a las que había entrado estando todas ellas

desocupadas, preguntó a uno de los sirvientes que pasaba por la ubicación del

despacho y al parecer se encontraba en una puerta bajo la escalera, un lugar

por el que desde luego ella había pasado pero que no había reparado. Cuando

llegó a la puerta en cuestión notó que el color era tan similar al de la madera

que cubría aquella pared que casi era inapreciable, como si se integrase de

forma que así fuera difícil encontrarla. Supuso que debía ser una

excentricidad de su esposo, una más de tantas otras…

Llamó a la puerta pacientemente esperando una respuesta hasta que la

profunda voz del duque se percibió al otro lado y Susan abrió con delicadeza.

Nunca, jamás de los jamases pensó que se encontraría con un despacho

similar a ese. ¡Dios bendito! Si parecía salido de uno de sus libros…

Las estanterías colmadas de tomos inundaban aquella sala por todas las

paredes salvo en la que unos grandes ventanales que llegaban casi hasta el

techo le daban luz a toda la biblioteca, porque aquello era más una biblioteca

que un despacho. La altura era tan inmensa que existía un piso superior para

llegar a los ejemplares más altos de aquellos magníficos estantes. En mitad de

todas aquellas paredes enormes repletas de libros se encontraba una mesa de

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