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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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saltarse más de un almuerzo a la semana por trabajo, pero siempre estaba en

la cena.

La señora Edna le enseñó pacientemente cada una de las estancias de la casa

y le presentó a todo el personal que albergaba. Se sentía especialmente

acogida por aquellas personas y en su fuero interno casi apreciaba que

esperaban algo por parte de ella, ¿Esperanza? Tal vez eran imaginaciones

suyas o quizá todo era por la misma razón por la que el duque había contraído

nuevos esponsales; que ella trajera el heredero que tanto ansiaba el linaje

Buccleuch.

A la hora del almuerzo, el duque les deleitó con su presencia y al verlo, Susan

recordó todo lo ocurrido la pasada noche provocando que retirase

inmediatamente su mirada. Se mantuvo en un silencio sepulcral durante casi

toda la velada. Al parecer las pequeñas almorzaban antes porque según le

había contado la señora eran demasiado pequeñas para compartir la mesa con

el resto de comensales y no lo harían hasta alcanzar los doce años que sería

cuando estarían lo suficientemente educadas para ello. A pesar de que era

algo habitual en las grandes familias ilustres de la nobleza, Susan sintió cierta

nostalgia, sobre todo porque ella jamás había sido sometida a esa disparidad y

desde muy pequeña había compartido en privado el gozo de estar junto a sus

padres en la gran mesa.

—Señora Edna, ¿Le ha enseñado la casa y sus funciones a la nueva duquesa

de Buccleuch? —preguntó el duque sin un atisbo de emoción en su voz.

Aaron Buccleuch había pasado la mayor parte de la noche algo inquieto y no

se había despertado de mejor humor. Sabía perfectamente que su joven

esposa debía estar dolorida e incluso probablemente resentida como lo habían

estado sus dos anteriores esposas. Debía estar acostumbrado a ese hecho,

pero lo cierto es que se sentía por alguna razón, molesto consigo mismo.

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