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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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hojas secas crujieron bajo sus pies, tanto aquella madre como su cría salieron

despavoridas ante los profundos jadeos de frustración de las pequeñas.

—¡Era tan bonito! —exclamó Diane mientras volvían.

—Tal vez podríamos ir a visitar la camada de cachorros que ha tenido la vieja

perra según me contó esta mañana la señora Nanet —mencionó el duque

como opción alternativa y al parecer funcionó frente a la desilusión que

tenían las pequeñas.

—¿Estás seguro de eso? —susurró Susan, porque te advierto que corremos el

riesgo de tener que llevarnos un cachorro a la ciudad.

—¿De verdad? —preguntó asombrado como si no lo hubiera considerado

cuando lo mencionó, solo pensó en la felicidad que parecían tener sus hijas

explorando aquellos animales.

—Si supieras la cantidad de veces que yo rogué por tener un cachorro te

sorprenderías. —Siguió susurrando Susan para que no la escucharan las hijas

del duque—. Se enamorarán…

—Tal vez nos venga bien tener una mascota en casa si ese es el caso —

susurró tan cerca de su oído que Susan se estremeció—. Desde luego estarán

entretenidas y te dejarán descansar cuando lleves a mi hijo en tu vientre.

El tono de su voz fue tan ronco que la abrumó y de alguna forma no pudo

contestar, lo que hasta ahora le había supuesto casi una obligación

comenzaba a ser un deseo, uno muy ferviente.

Tal como había predicho Susan, se enamoraron perdidamente de los

cachorros hasta el punto de que desearon pasar el resto de la tarde jugando

con ellos y tuvo que hacer grandes esfuerzos para convencerlas de que era la

hora del baño antes de cenar y después tendrían que irse a la cama tras un día

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